lunes, febrero 21, 2005

Como México no hay dos

Por ahí no nos cansamos de decir que como México no hay dos, obvio que es una afirmación que implica que nadie en el mundo "nos llega", sin embargo creo que dentro de nuestro México existen varios Méxicos muy distintos y polarizados.
El Mexico del gobierno foxista, más cercano a un sueño guajiro que a la realidad.
El Mexico de Carlos Slim, Emilo Azcárraga y Ricardo Salinas.
El Mexico de la llamada “clase política” en donde los protagonistas no acaban de definir si desean ser victimas o victimarios de sus iguales, pero que sin duda son homicidas de la población en su conjunto.
El Mexico de una sociedad civil que quiere pero no se anima, que hace como que va, pero se detiene, que un día se queja y demanda y al siguiente se doblega.
El Mexico de la gran masa, de los que no saben, no entienden o no quieren ver, independientemente de su nivel socioeconómico, “a mi mientras no se vea afectada mi zona de confort, mejor calladito me veo mas bonito, sin perder lo que considero mis ventajas”.
El Mexico de los desamparados, de los niños de la calle, de los pueblos indígenas, y de las zonas marginadas.
Como Mexico no hay dos, y gracias por eso, pues tenemos demasiado trabajo que hacer en el Mexico que nos toca vivir.
Tomemos la analogía de una selección nacional de fútbol (obvio que no me refiero a la mexicana), busquemos al mejor técnico; los mejores jugadores de cada posición, pero con mística de trabajo en equipo; busquemos a aquellos que no dan todo por sentado, que asumen que el llegar a ser seleccionado reviste mayor esfuerzo, que estén dispuestos a sudar la camiseta.
Démosles los mejores medios, motivémoslos y pidámosles resultados, que sientan que la responsabilidad adquirida no es un merito en sí, si no una oportunidad de lograr un cambio.
Hagamos un solo Mexico, donde el crecimiento económico vaya acompañado de un reparto equilibrado que logre un desarrollo humano uniforme en servicios que permitan a los mexicanos:
“..un nivel razonable de salud y desarrollo humano (estar sano, bien alimentado, disponer de recursos sanitarios y ciertas protecciones de seguridad contra la violencia);
una cultura que proyecte avances (capacidad para mantener tradiciones autóctonas, creatividad, conocimientos científicos y técnicos);
una clase política evolucionada (participación en las tareas de gobierno, prácticas ciudadanas sin discriminaciones opresivas)” 1.



1. Emilio Martínez Navarro. Ética para el desarrollo de los pueblos. Editorial Trotta.

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