lunes, mayo 16, 2011

El Salitre III

Después de una noche reparadora en la que decidí ponerme en manos de la marea a esperar lo que la vida dispusiera, conocí al mecánico (Dn. Daniel) que finalmente había sido el elegido, el cual tenía buena apariencia y porte, acompañado, muy mexicanamente por sus ayudantes, quienes observaban todo, escuchaban todo y hasta sus pensamientos podían oírse con sus opiniones acerca del diálogo entre Don Daniel y una servidora.

La primera frase que se cruzó entre ambos fue: “¡Ay Seño! cuando todos dicen que su auto está cuidado, uno tiene que ser algo esquivo, pero de verdad que el suyo si lo está”, le respondí: “Entiendo, el auto es como los hijos, por feos o brutos que sean, son nuestros, y para una madre sólo por eso, y mientras no nos hayan abiertos los ojos con el resultado de sus acciones equívocas, seguimos creyendo que son bellos, inteligentes y ampliamente sociabilizables”.

Después de intercambiar información y constatando que mi vehículo es tan noble que sólo resistió hasta dejarnos en el hotel, pues ante la inspección ya no hubo reacción alguna, procedió a darme diagnóstico y costos posibles, reconozco que su forma de expresarse más el hecho de que llevaba un cuaderno con precios y opciones, me dio tantita seguridad y algo de serenidad para no tener un colapso en el miringo, aceptando que la bomba de gasolina estaba dañada por probable suciedad acumulada y que fue absorbida por la llegada a la reserva del tanque.
La grúa se llevó mi carroza y yo procedí a ver el mar y sumergirme en él después de tantas horas de incierto destino.

La primera de las pruebas físicas fue el caminar por la arena para llegar al mar, pues han rellenado tanto, pero tanto la parte de la playa del hotel en cuestión, que me hundía como si estuviera caminando en pleno Polo Norte, jadeante llegue al hermoso mar Caribe y me introduje justo a las 2:50 pm, fijándome en quienes compartían ese espacio natural conmigo, lo cual no era difícil de observar pues el grupo era uniforme, 7 chiquillos nativos púberes, que por sus acciones y amplia colección de objetos insertados en una especie de espolón de piedra, era obvio que no estaban hospedados en el hotel y que se encontraban en plena campaña de recuperación de sus playas después de 500 años de arrebatadas.
Guarde suficiente distancia con esa tropa en la que se entre tejían unos con otros, quitándose las calzoneras y lansándoselas entre sí (obvio que el dueño de la misma no tenía nada más en el cuerpo, ni vergüenza siquiera); poniéndose arena en la cara o pasando a ahogar al más cercano entre carcajadas histéricas y lanzamientos de agua por doquier.

Mientras yo oía un pi.pi.piri.pi.pi.pi, y no detectaba que pudiera ser, hasta ver mi reloj, el cual había sido previamente llevado a consulta especializada para saber si podía caminar conmigo en el mar, ya no se diga sumergirme…..resultado: reloj muerto.
Descanse en paz.


A lo lejos se veía un adulto varón de piel curtida y calzonera justo al límite de lo que es aceptable judicialmente, quien observaba con desinterés las fechorías de quienes parecían parte de su prole.

Mi fiel escudero apareció, caminando algo perturbado cuál es su costumbre, luciendo su ropa playera y sus lentes oscuros los que al no tener graduación, le dan un aspecto de alguien simplemente altivo, cuando en realidad es la falta de visión o más bien de can que lo guíe, asumo que por el espacio que yo ocupo en el mundo me fue distinguiendo y se acercó a gozar junto conmigo del mar, mientras yo le expresaba que estábamos rodeados de aprendices del “J.J.”, en eso nos encontrábamos cuando de repente sale de la zona roja (los púberes-traficantes) un balón de voleibol, directo y una velocidad tal que no tuve tiempo de decir “agua va”, aporreándose el balón entre la oreja y la sien de mi acompañante, el balón se desinfló, yo arremetí contra la tropa loca y mi escudero quedó estático, ya después de hablarle y hablarle concluí: “O queda en estado catatónico perenne o se le acomoda aquello que tenía fuera de su lugar”.
Hasta ahora, no actua como antes, por lo cual creo que el más perjudicado fue el balón.

Saliendo del mar recibí las nuevas de mi diligente mecánico indicándome que había que cambiar completamente la bomba de gasolina, y que al bajar el tanque, el cual andaba algo flojo (eso creo que por los baches asiduos a los que es adicto mi piloto) se habían dado cuenta de que la gasolina estaba contaminada con AGUA, si mis queridos lectores AGUA, claro que había su basurita, pero recuerden dilectos lectores: gasolinera, zona hotelera, frente a Plaza Kukulkán; si usted lector / lectora queridos desean darle agua al sediento y ese sediento es su vehículo, favor de acudir sin demora a dicha gasolinera.
Costos de reparación: varios miles de pesos, tramitología necesaria para disposición de préstamo a tarjeta de crédito y ¡Listo! a cambiar lo requerido por piezas originales (ya con el chofer genérico es suficiente).

En ése punto recordé el término de mi querido Dehesa: “ser salitroso” y me puse a meditar, ¿Seré una salitrosa?, o me voy a la visión católica: “Son pruebas que nos ponen para no declinar nuestra fe, porque admítelo pudo ser peor”; o verlo desde el lado médico: 
“Maestra para la depresión que ha tenido hace varios meses, el que no haya recaído es un gran avance” (Dra. Lope dixit).

Pues será el sereno, pero me siento triunfadora de poder contar este tiempo de vacaciones con la mejor de las voluntades y ánimo; mi carroza lavada y encerada por manos locales en mi garaje y una deuda con Roberto Hernández a pagar a 18 meses con módicos intereses.

La reparación de mi vehículo tuvo un precio, el que ustedes me lean no lo tiene.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Cómo llegar a Cancun en auto:
a) Llenar el tanque completamente antes de salir en una gasolinera de confianza que no este a la salida.
b) Cuando se llegue a Valladolid, llenar nuevamente el tanque, ya sea en la ciudad o en la isla de servicio.
c) Al llegar a Cancun, utilizar la gasolinera que está por el km 10, nunca la que está frente a Plaza Kukulkán.
d) Antes de regresar a Mérida repertir el proceso, disfrutando que el IVA en Cantina Roo es del 11% y no del 16% como en Yucaivonee.
e) Tener un conductor que obedezca estas indicaciones o darle un zape por terco.
f) Disfrutar el mar y sus revolcones, prepuberes incluidos.
EDuardo

Anónimo dijo...

Paulina escribió:
"No cabe duda, usted me lee el pensamiento!!! hoy justo por la tarde estaba recordando la historia del "Salitre", y hace un rato la estaba leyendo. Por cieto me reido hasta el punto en que las lágrimas se me salian de tanta risa, y es con todo respeto, sólo que en la parte del balonazo y de imaginar la cara de Richard y la forma en que narra los detalle fue inevitable, gracias por compartirnos esos momento, saludos."

Anónimo dijo...

Qué cambio el del entorno, qué colorido... ahora quiero compartir un enlace contigo:

http://www.eluniversal.com.mx/espectaculos/104440.html

Después de que lo leas, me dirás por qué me quedé pensando si una de las "Mentiras" no era que venía de nuevo, je je .

Teté

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