lunes, mayo 02, 2011

El Salitre

Este compuesto de elementos químicos es altamente conocido en nuestra zona, especialmente en la costa porque ocasiona, eventualmente la erosión de los metales lo mismo en barcos u objetos del hogar.

Así mismo, el siempre presente Germán Dehesa aplicó dicho apelativo a Ernesto Zedillo Ponce de León presidente entonces de éste país, por la relación de casualidades negativas relacionadas con su persona, en perjuicio de otras. 

De inicio, Dr. Salvador Nava Martínez, presidente municipal de San Luis Potosí en dos ocasiones, líder ciudadano, luchador por la democracia en México, quien llevaba largos años sufriendo una penosa enfermedad, aun así, nunca cejó en la lucha social.
Postrado ya, el presidente Zedillo realizó viaje exprofeso para visitar al Dr. Nava en su lecho, con el fin de darle ánimo y, de cierta manera, reconocer su larga y congruente vida de lucha. A los dos días el Dr.Nava quien había resistido largos embates de su enfermedad, descansó en paz.


A los pocos meses, en plenos Juegos Olímpicos de Sídney, Bernardo Segura, llega a la meta, festeja y arrollado por los emisarios de las televisoras, le zampan en la cabeza los audífonos para ser felicitado por el político, sin seguir el protocolo, donde los mandatarios felicitan a sus deportistas después de esperar la premiación; justo cuando ambos desgranaban hermosuras telefónicamente, viene el canijo juez y le saca tarjeta roja al caminante tenochca, el cual embelesado por la voz de su mandatario, no se da cuenta de que es descalificado y por tanto pierde la medalla.

De ahí que Germán Dehesa lo apodó: “El Salitroso”.

Estos últimos días he confirmado que detesto viajar "per se", soy una viajera visual-televidente, National Geografic, Discovery Channel y los canales españoles, me han dado ilustración, mucho más amplia que las de muchos viajeros consuetudinarios.

Porque seamos claros, viajar lo que es viajar, Marco Polo y Cristóbal Colón, quienes iban descubriendo y prodigando sus aprendizajes, no como ahora que salimos en grandes grupos tipo más barato por docena, cada quien con un saco lleno de Ipad, Ipod, cámara 12x con teleobjetivo, teléfono celular provisto de GPS y sabiendo a donde llegar, de donde partir, cuanto durar, que visitar, subir y bajar 434 escalones para ver a 6 metros una escultura, todo esto con un guía o compañeros ya experimentados que dirigen e indican cuando comer y cuando deshacerlo; hospedajes previa reservación, aunque lo reservado no coincida con lo ofrecido.

Y es que entre mi estado de “Dolce far Niente” perpetuo, eso de hacer maletas, definir que llevar, cuánto pesa la maleta, cuanta ropa llevar, para que quede espacio para el “shopping”, debido a las nuevas restricciones de las aerolíneas donde cada vez más nos limitan las valijas; quedándonos solamente el ya famoso método “yuca”: Si usted amable lector / lectora, ve subir a un avión que parte, por decir algo, de Malasia a Tonga, porque: “Un chino y un yucateco los encontrará a cualquier parte del mundo que uno vaya” -mi madre dixit- y surge en la cabina del avión una mujer con las manos y brazos llenos de bolsas de plástico o de papel, repletas y amarradas entre sí, más dos cajitas, adicionalmente a su bolsa de mano, seguida de algún varón joven o ya entrado en años, con cara de profunda pena, cargando cual eunuco africano en plena selva, le aseguro que esos seres son yucatecos.
Si además ellos son miembros de alguna excursión, no solo será una prole completa con esas características, sino que además ya posesionados de su espacio conversaran de sus aventuras y de personas presentes o ausentes, a voz en cuello, tanto así, que uno puede ponerse al día sin haber vivido algún tiempo en Yucatán.

Todo eso es demasiado para mi letargo profundo, aunando que el viajar en avión es más largo y cansado (dependiendo del destino y su distancia) que ir a pie; las carreteras son malas y caras; los niveles de población mexicana son elevados a la “N” potencia en las fechas vacacionales, porque estaremos en quiebra, pero se emplea cualquier recurso con tal de: “Salir a descansar, pues finalmente nos lo merecemos”.

Pues bien, después de profunda meditación he visualizado que en mis andares diarios soy, además de una persona declarada y aceptadamente floja profunda, favor de no confundir, soy floja disciplinada: pues hago todo al momento y en forma correcta para no tenerlo que hacer después, no tiro cosas, para no levantarlas, etc., que no es lo mismo que disciplinadamente floja; además soy travelfóbica.

Olvidándome de mi personalidad y mis propias limitaciones acerca de departir en medio de esa sobre población, acepté gustosa la amable invitación, que la querida progenitora de Theodora, fiel amiga mía, me extendió para pasar con su familia unos días en Cancún.

Como hay que ser prudente, limite mi visita a un período paquetero, cuatro días y tres noches; transportación por carretera en mi carroza ampliamente cuidada y a la cual considero una extensión de mi misma, y tripulada por mi fiel escudero, el cual tiene el don de caer en cuanto bache nos encontremos y de no frenar en altos o pasos peatonales, pero eso sí, le encanta ir detrás de cuanta combi o camión encuentra, para ir realizando las mismas paradas que las de dichos vehículos públicos.

Llena de ilusiones, bloqueadores, ropa apropiada y considerando todas las eventualidades posibles en cuanto a casa, vestido, mascota, alimento, bienes para la visita y demás, procedimos a emprender el viaje a dicho polo turístico.

¿Y qué tiene que ver todo esto con el salitre?

¡Ah!, eso merece otro post.

2 comentarios:

Teté dijo...

Maaa, por lo visto tu nuevo género literario es el "supense".

...esperaremos el post.

Teté

Anónimo dijo...

Oye Paty, delicioso el prólogo al Salitre. Espero con ansias la siguiente entrega, como se esperaban los folletines de Díckens en América.
En serio, créeme: naciste buena narradora. Lo apuesto.
Un cariñoso abrazo.
Carlos P.

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