miércoles, febrero 14, 2018

Mi amiga Medé

“La amistad es una relación entre iguales que requiere de esfuerzos para conseguirla, cultivarla y mantenerla. En cualquier de los casos la amistad es un valor humano escaso, muy apreciado e incalculable”.

Los años me han confirmado con qué facilidad se usa la palabra amigo para mencionar a quienes en realidad son conocidos cercanos, sentimos que al darle esa categoría se asume una relación estrecha, más un amigo es mucho más que eso.
Al llegar el momento de cursar el tercero de preparatoria llegaba con muchos nubarrones y conflictos en mi joven existencia, no sabía nada acerca de nada, prácticamente vivía el día a día.
De hecho inicié en la especialidad de biológicas, por evitar compartir aula con un profesor y después de tres días reconocí que ir a hacer disecciones tampoco era lo mío, por lo que regrese al grupo de socioeconómicas, mi única opción.
Esos tres días de ausencia en socioeconómicas fueron cruciales, pues al llegar ya estaban formados los grupos de a cuatro pupitres y me acomodé en uno de los dos grupos en donde quedaba silla, obvio, tenía que ser el que se situaba justo junto a la puerta, para poder hacer mi acto de desaparición usual en cualquier momento.
Ahí retomé mis pláticas con Leticia Torres, aquella del portafolio café, Memy Safar y Celina Ruiz quienes serían descubrimientos encantadores.
A los pocos días apareció, como queriendo y no, otra alumna, la verdad es que yo no la recordaba de nada pero me informaron rápidamente: "Es Medé Solís, viene de estudiar un año en USA" por lo que deduje que era de la generación recién egresada, mientras esto sucedía, ella sencilla y cómodamente cruzó el
salón y se aposentó en el último asiento disponible, cruzó las piernas y ví desde la distancia que calzaba unas cómodas ¡Sandalias del Dr.Scholl en color azul! algo impensable con el uniforme en el colegio, las portaba con gran desparpajo aparente, como enviando el mensaje:  “¿Hay algo más que decir?’”.En ese momento no pude imaginar cuán trascendente sería para mí y para mis compañeras esa persona recién llegada.
Era amable, cortés, sencilla, llegaba cada día se sentaba en su sitio como esperando a ver que deparaban las clases, la verdad es que no recuerdo que portara libro alguno ni libreta, seguro que si lo haría, pero en mis recuerdos no está grabado.
Un día una de las profesoras viendo a Medé atenta, a su modo, con cuerpo presente y mente en Hawái, le reviró en clase de sociología: “Medé ¿podrías darnos un ejemplo de este término que estamos tratando?” la mencionada, con gran tranquilidad respondió con una voz como si estuviera regresando al aquí y ahora: “Según leí en la prestigiada revista Contenido en una entrevista que se hicieron mutuamente Isela Vega e Irma Serrano…” yo, en ese instante, quedé colapsada, más bien atónita, escuchaba su explicación pero concentrándome en las caras de mis compañeras, con sus diversas reacciones, obvio especialmente en la  profesora, mi atención iba y venía de las reacciones a la explicación, obvio que hubieron risas según pasaban los minutos más ninguna corrección académica.
En ese momento me dije: “Esta persona es alguien especial, debes aprenderle” y eso ha sido desde entonces lo que ha tejido una hermosa, vibrante, cercana y vital relación de amistad en entre Medé y yo.
Ese fue sólo el inicio de un año lleno de una serie de enseñanzas variopintas de vida: “Todo lo que una chica “Cosmo” debiera saber”, “La dulzura de una buena hamaca, un fresco hipil, un vaso de Coca-Cola frío y patear la pared”, lo que sería su definición del dolce far niente.
Siempre le decía en cualquier oportunidad: “¡Medé que hubiera sido de mi vida si no te hubiera conocido!” y ella sonreía con gran tranquilidad casi taoísta y es que asumo que no sabía o tal vez sólo intuía mi gran desconcierto existencial, a lo que ella aportaba lo diferente, lo que sin sentido aparente, tiene todo el sentido del mundo.
Al concluir la preparatoria, nos desperdigamos, una de las decisiones más acertadas que he tenido en mi vida es darle seguimiento a mi relación con Medé, solíamos salir a tomar el café a sitios no usuales para mí como “La Peña Khaytán” en el centro cultural del centro de la ciudad, disfrutando de la música latina, mucho café y horas de tremendas pláticas acerca de todo, sitio en donde también fui objeto de inducción al teatro experimental y, sin yo saberlo, ser parte misma del experimento.
De ella he escuchado cualquier cantidad de narraciones familiares con tal descripción y simpatía innata que te transportaban al momento relatado como si uno estuviera presente en esa historia: los viajes y compañeros de los mismos de su querida mamá Dña.Carmen; las historias sus antecesores,  hermanos y sobrinos; las anécdotas de sus viajes; sus palabras siempre cariñosas acerca de

sus amigas ”del otro grupo” y particularmente de las gemelas Lorena y Carolina Daguer, quienes son nota aparte y  ocupan su corazón sin pagar renta.
Pareciera que cualquier tema o situación platicada por Medé se vuelve algo simpático, didáctico e inolvidable, se le puede pedir que repita dichas historias y lo hace con el mismo gusto y cariño, volviendo uno a disfrutarlo como la primera vez.
Es alguien presente, siempre atenta, es un ser con quien uno podría viajar al fin del mundo con toda confianza, pues relaja y orienta, a mí me ha puesto varios “detentes”, cariñosos pero con toda firmeza.
A pesar de estudiar profesiones diferentes confluimos en una misma pasión, la academia, mucho de lo que supe aplicar en el aula lo aprendí de ella, consultándolo o escuchando sobre sus clases y aventuras.
Es difícil definir cómo alguien, en sólo 9 meses de convivencia escolar, puede llegar a ser icónico para un grupo, pues aún quienes no estudiaron con ella, se ha vuelto sus fieles y leales amigas.
Para Medé no existen los formatos ni las modas, todo se reduce a estar bien y cómodo, no existen paradigmas ni modelos rígidos, todo es algo natural, pero ella siempre está al pendiente de los pequeños detalles como si no pasara nada.
La cultura familiar la transpira, siendo realmente entrañable poder conversar con ella o con alguna de sus hermanas en conjunto o por separado y encontrar coincidencias, más allá de lo genético, lo que pareciera algo natural pero que no suele ser usual.
Sus exalumnos pueden admirarla o no comprenderla, pero no hay duda del respeto que se refleja en ellos cuando hacen referencia a ella recordándola, pues tuve el placer de recibir en la facultad a muchos egresados del colegio en que ella colabora y siempre preguntaba, al dar el curso de inducción a la universidad; “¿Quiénes vienen del Piaget?” poniendo los alumnos cara de: “¿Será bueno o malo decir: yo?” y me enorgullecía comentarles que yo era amiga de su directora de prepa, claro que debo aclarar, que  preguntaba después quienes venía de otras prepas, para no desentonar.
Podría escribir interminables momentos compartidos e historias, sería inacabable, escribo estas líneas en esta fecha en particular para darle gracias una vez más a Medé por ser mi amiga.

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