domingo, febrero 22, 2009

La vida inicia a los.........ta

Una querida y admirada amiga me ha mencionado la proximidad de su cumpleaños, afirmando y con signos de admiración que cumple ¡40!, entre simpatía y situación fuera de control.

Hace algunas décadas conocí a una persona estadounidense que me contaba que en los USA llegar a los 40 años era un hecho remarcable, no quisiera dar a entender que estoy mencionando algo así como cumplir los 15 primaverales años en nuestro México querido, que eso es cuestión de preparación anticipadísima, discusiones y finanzas abolladas.
Regresando al cumpleaños núnero 40, yo que ya me alejé de ellos quisiera comentar que es común que la gente nos diga: "¡Ay!, la vida inicia a los 20..........o a los 30...etc.". La verdad es que yo puedo afirmar, con conocimiento, que la vida con todo lo mejor de ella inicia los 40 y de ahí en adelante todo es superado según la actidud mental que tengamos.
Malas noticias para aquellos veinte y treintañeros que se creen que la están pasando ATM, la vedad es que los cuarenta llegan y al igual que DiCaprio realmente nos volvemos los reyes del mundo, daré mis razones.
A los cuarenta ya fuimos y vamos de regresada, es decir, si alguien nos hace creer que la luna es de queso, que la lealtad es más importante que la fidelidad (Isabel II dixit), que no hay algo que no podamos hacer o aprender, que nos tenemos que refrenar en nuestras opiniones, a esas personas sólo nos queda darles una trompetilla.
A los cuarenta todo se asienta, desde el humor hasta la visión de lo que ya hemos vivido, de lo que debemos conservar de ello, de todo lo que debemos de ir dejando en el olvido porque francamente nos estorba en el animo y en la vida.
Sabemos lo suficiente para haber definido que es lo que queremos, pero lo más importante, es que ya sabemos que es lo que no queremos: ver, tener, aguantar o callar.
A los cuarenta tenemos la energía de la juventud madura, la alegría de la niñez prendada en recuerdos que se presentan más seguido y la esperanza más firme, la autoconfianza de que somos capaces de viajar en un crucero y sobrevivir al choque con un iceberg.
A esa edad ya sabemos a que lugares del mundo a los que fuimos deseamos regresar y a cuales debemos no dejar de ir antes de que nos llegue el tiempo de ver sólo los albumes.
Esa edad nos da finalmente, la experiencia de todo lo mejor de lo que hemos vivido y de los errores en que hemos caído; el conocimiento cuasi-seguro de quienes son aquellos amigos del alma que nos aman con fervor aunque nos apeste el aliento o hagamos algún desfiguro público.
Nos llega la fuerza del ahora pa´delante sin dudas ni pretextos, pues ya tuvimos tiempo para aprender los básico y afirmar nuestros conocimientos a golpe de frente, por tanto, aún cuando podamos caer eventualmente, ya no será ni con el mismo dolor ni el miedo a levantarnos, sabemos que es comer el polvo y conocemos también el sabor de un fresco y afrutado vino.

¿A que edad inicia la vida en realidad?

Cuando se nos viene en gana tomarla en nuestras manos y caminar sin zapatos por el césped, comer helado de queso de bola o de pay de limón sin pensar ni en la dieta ni en el azúcar, salir a un escenario y hacer exactamente aquello que amamos; sonreir por lo logrado y regocijarnos en los planes que sabemos podremos alcanzar por la experiencia obtenida.
Sé que muchos dirán, "pero bueno eso se podría aplicar a cualquier edad, es cuestión de actitud", pues fijense que no....necesariamente, si los que tienen menos de 40 lo piensan así, es porque aún les falta, y si los que lo refutan son mayores que eso, deberían de dar gracias de seguir con ganas de leer este post y llevarme la contraria con su reúma incipiente, colesterol semicontrolado, trigliceridos amenazantes, calores nocturnos francamente fastidiosos, visión que los obliga a ver para arriba y para abajo agarrándose de algo mientras se acostumbran a los bifocales o progresivos.
En fin, que para cada quien que inicie cuando quiera.
Para mi amiga TT un abrazo pachón y la alegría de saber que los vivirá a plenitud y les sacará todo el color, el sabor, el aroma y la belleza posibles.

martes, febrero 17, 2009

La Sociedad mexicana: Una aproximación *


La sociedad mexicana es una de las etnias más complejas para entender hacia adentro, es decir por sus propios miembros, de hecho los que la conformamos, eventualmente no comprendemos situaciones de otras regiones de la misma nación.Nuestro sentido de pertenencia varía por región, existe mucha literatura al respecto para comprobarlo, de hecho las características de nuestra conducta también han sido y son motivo de análisis, debido a lo cual, un extranjero puede sentirse cómodo entre nosotros y hasta llegar a pensar que nos comprende, cuando nosotros mismo nos enredamos en nuestro laberinto, siendo que nuestras relaciones hacia fuera suelen parecer mas sencillas que las relaciones entre nosotros; he conocido profesores de universidades extranjeras que se definen así mismo como "mexicanologos” es decir, expertos en todo lo mexicano, situación que percibo por demás imposible.Una de nuestras conductas más acentuadas es la de no querer reconocer y aceptar la necesidad de nuestra participación individual en las situaciones y eventos colectivos, aclarando que no me refiero a huracanes o terremotos, en donde ahí si nos sale el mexicano al grito de guerra que todos llevamos dentro, es decir, a situaciones de solidaridad por la desventura que resulta de las fuerzas de la naturaleza, me refiero directamente a lo cotidiano, a lo que tiene que ver con el hombre, sus decisiones y situaciones del día a día.
Porque de las cosas erradas o malas la culpa la tiene el otro: el gobierno o en todo caso Dios, “porque él así lo quiso”, pero el “yo” personal nunca, debido a que asumimos (como los aztecas o los mayas) que las situaciones naturales adversas son resultado de fuerzas superiores de la misma naturaleza, es decir, están fuera de nuestro control.
Algo común entre las tribus era que cada quien cumpliera y aportara según sus capacidades, aptitudes, edad y sapiencia. Los viejos curaban, dirigían, aconsejaban y enseñaban y los demás los proveían de carne, seguridad y demás provisiones.
Siendo esto así, ¿Qué duda debe de haber en nosotros sobre el deber de contribuir a la sociedad? Ninguna, más entre la aseveración y el hecho hay un margen amplísimo.
Razones nos sobran para ponernos de ladito, “¿Para que pago impuestos si los demás no lo hacen?”, “¿Pagar mis impuestos para que los políticos se lo roben?”, “Yo pago lo que creo, en función de que siquiera pago, la mayoría ni eso”, etc., etc.,
Como contadores públicos bien sabemos cuantas razones existen, algunas inimaginables, personales y corporativas, para alivianar el monto de la contribución. Eventualmente nos encontramos en dilemas donde, haciendo a un lado la ética y la responsabilidad social para este ejemplo y tomando en cuenta exclusivamente la reacción de la persona física o moral fiscalmente hablando, sabemos que probablemente el caldo le saldrá, a la larga, mas caro que las albóndigas a nuestro cliente, al no contribuir conforme a derecho, más las decisiones son de quien debe, después, corresponsabilizarse de ellas ante el fisco, ante su propio personal, sus socios y ante la sociedad en general.
Es tan claro ver el ejemplo de países como Dinamarca u Holanda en donde las tasas de impuestos directos llegan hasta a un 50% del ingreso, más los servicios públicos, la sanidad, el sistema educativo garantiza un nivel de desarrollo humano digno.
Nosotros aspiramos a tales niveles de desarrollo humano, más nos sentimos agredidos por el deber no solo de la contribución monetaria sino inclusive de los actos de responsabilidad social como el votar en las elecciones, o manifestar nuestra opinión sobre eventos o situaciones que sea de interés común.
¿Por qué debería de expresarme para que todos sepan que pienso?, ¿Por qué debería de votar si ganan siempre los mismos, o si no son los mismo se parecen tanto? ¿Para qué averiguar quienes son mis representantes si de ninguna manera me atenderán?
Pero eso si, si algún pariente cercano, lejano o de cariño encuentra puesto publico o función de influencia, nos sentimos como gratificados y tranquilos de que, en el peor de los casos, nos desenredará algún entuerto que se nos presente, sino es que podrá conseguir base para nuestra hija en el magisterio o podrá presionar para algún lugarcito para el compadre tan bueno que lleva dos años sin trabajo.
En algún punto debemos de retomar lo mejor de las culturas que conforman nuestra raza mestiza, la nativa y la española, ambas nos aportaron influencias valiosas, pero de alguna manera se ha acentuado en nuestra conducta más lo negativo de ellas, que lo positivo.
La doble moral que eventualmente suele percibirse en nuestra sociedad es causa y efecto a la vez, por una parte nos dirige en el sentido de la inmovilidad, de la critica y señalamiento hacia quien se mueve, por otra parte, deseamos ser mejores, vivir en condiciones más accesibles, que no hayan mexicanos de primera y de tercera (los de segunda ya quedan tan pocos que ni en cuenta los tomo) sin hacer movimiento alguno, en la convicción de que los “otros” son los responsables de crear estas condiciones.
Es necesario detenernos a reflexionar sobre nuestra sociedad, sus características y la forma en que la ética y los valores, que nos son natos, deben de reforzarse no sólo en las escuelas y las familias, sino en todo el complejo social que conformamos; reconocer que el hacer las cosas bien, a la primera y todas las veces es algo natural y que finalmente, el deber por el deber mismo también es algo natural, no siendo tal acción motivo de especial recompensa, más que el hecho mismo del deber cumplido.
Espero que este marco general provea elementos de reflexión, que cada quien pueda focalizarlo a situaciones particulares que aquí se insinúan, pero que no se mencionan ni desarrollan en la dimensión necesaria.
Este es, finalmente, solo un bosquejo de una visión macro de nuestra sociedad, ese hermoso, apasionado y fuerte colectivo del que todos somos parte y que se llama México.


Tomemos por ejemplo el deber de contribuir a la hacienda pública, dicho así suena lindo, pero no es otra cosa que nuestro deber como ciudadanos de pagar impuestos, expresado así, a los mexicanos empieza a enchinársenos la piel de todo el cuerpo al tocar el tema.
* Este post fue publicado en la revista "Entre Contadores y Empresarios" del Colegio de Contadores Públicos de Yucatán A.C. en su edición del mes de enero de 2009.

Sistema Educativo en Japón

“Futoji no Henko”,  "El cambio valiente" Se ha probando en Japón desde 2012, un revolucionario plan piloto llamado “Cambio Va...