martes, febrero 17, 2009

La Sociedad mexicana: Una aproximación *


La sociedad mexicana es una de las etnias más complejas para entender hacia adentro, es decir por sus propios miembros, de hecho los que la conformamos, eventualmente no comprendemos situaciones de otras regiones de la misma nación.Nuestro sentido de pertenencia varía por región, existe mucha literatura al respecto para comprobarlo, de hecho las características de nuestra conducta también han sido y son motivo de análisis, debido a lo cual, un extranjero puede sentirse cómodo entre nosotros y hasta llegar a pensar que nos comprende, cuando nosotros mismo nos enredamos en nuestro laberinto, siendo que nuestras relaciones hacia fuera suelen parecer mas sencillas que las relaciones entre nosotros; he conocido profesores de universidades extranjeras que se definen así mismo como "mexicanologos” es decir, expertos en todo lo mexicano, situación que percibo por demás imposible.Una de nuestras conductas más acentuadas es la de no querer reconocer y aceptar la necesidad de nuestra participación individual en las situaciones y eventos colectivos, aclarando que no me refiero a huracanes o terremotos, en donde ahí si nos sale el mexicano al grito de guerra que todos llevamos dentro, es decir, a situaciones de solidaridad por la desventura que resulta de las fuerzas de la naturaleza, me refiero directamente a lo cotidiano, a lo que tiene que ver con el hombre, sus decisiones y situaciones del día a día.
Porque de las cosas erradas o malas la culpa la tiene el otro: el gobierno o en todo caso Dios, “porque él así lo quiso”, pero el “yo” personal nunca, debido a que asumimos (como los aztecas o los mayas) que las situaciones naturales adversas son resultado de fuerzas superiores de la misma naturaleza, es decir, están fuera de nuestro control.
Algo común entre las tribus era que cada quien cumpliera y aportara según sus capacidades, aptitudes, edad y sapiencia. Los viejos curaban, dirigían, aconsejaban y enseñaban y los demás los proveían de carne, seguridad y demás provisiones.
Siendo esto así, ¿Qué duda debe de haber en nosotros sobre el deber de contribuir a la sociedad? Ninguna, más entre la aseveración y el hecho hay un margen amplísimo.
Razones nos sobran para ponernos de ladito, “¿Para que pago impuestos si los demás no lo hacen?”, “¿Pagar mis impuestos para que los políticos se lo roben?”, “Yo pago lo que creo, en función de que siquiera pago, la mayoría ni eso”, etc., etc.,
Como contadores públicos bien sabemos cuantas razones existen, algunas inimaginables, personales y corporativas, para alivianar el monto de la contribución. Eventualmente nos encontramos en dilemas donde, haciendo a un lado la ética y la responsabilidad social para este ejemplo y tomando en cuenta exclusivamente la reacción de la persona física o moral fiscalmente hablando, sabemos que probablemente el caldo le saldrá, a la larga, mas caro que las albóndigas a nuestro cliente, al no contribuir conforme a derecho, más las decisiones son de quien debe, después, corresponsabilizarse de ellas ante el fisco, ante su propio personal, sus socios y ante la sociedad en general.
Es tan claro ver el ejemplo de países como Dinamarca u Holanda en donde las tasas de impuestos directos llegan hasta a un 50% del ingreso, más los servicios públicos, la sanidad, el sistema educativo garantiza un nivel de desarrollo humano digno.
Nosotros aspiramos a tales niveles de desarrollo humano, más nos sentimos agredidos por el deber no solo de la contribución monetaria sino inclusive de los actos de responsabilidad social como el votar en las elecciones, o manifestar nuestra opinión sobre eventos o situaciones que sea de interés común.
¿Por qué debería de expresarme para que todos sepan que pienso?, ¿Por qué debería de votar si ganan siempre los mismos, o si no son los mismo se parecen tanto? ¿Para qué averiguar quienes son mis representantes si de ninguna manera me atenderán?
Pero eso si, si algún pariente cercano, lejano o de cariño encuentra puesto publico o función de influencia, nos sentimos como gratificados y tranquilos de que, en el peor de los casos, nos desenredará algún entuerto que se nos presente, sino es que podrá conseguir base para nuestra hija en el magisterio o podrá presionar para algún lugarcito para el compadre tan bueno que lleva dos años sin trabajo.
En algún punto debemos de retomar lo mejor de las culturas que conforman nuestra raza mestiza, la nativa y la española, ambas nos aportaron influencias valiosas, pero de alguna manera se ha acentuado en nuestra conducta más lo negativo de ellas, que lo positivo.
La doble moral que eventualmente suele percibirse en nuestra sociedad es causa y efecto a la vez, por una parte nos dirige en el sentido de la inmovilidad, de la critica y señalamiento hacia quien se mueve, por otra parte, deseamos ser mejores, vivir en condiciones más accesibles, que no hayan mexicanos de primera y de tercera (los de segunda ya quedan tan pocos que ni en cuenta los tomo) sin hacer movimiento alguno, en la convicción de que los “otros” son los responsables de crear estas condiciones.
Es necesario detenernos a reflexionar sobre nuestra sociedad, sus características y la forma en que la ética y los valores, que nos son natos, deben de reforzarse no sólo en las escuelas y las familias, sino en todo el complejo social que conformamos; reconocer que el hacer las cosas bien, a la primera y todas las veces es algo natural y que finalmente, el deber por el deber mismo también es algo natural, no siendo tal acción motivo de especial recompensa, más que el hecho mismo del deber cumplido.
Espero que este marco general provea elementos de reflexión, que cada quien pueda focalizarlo a situaciones particulares que aquí se insinúan, pero que no se mencionan ni desarrollan en la dimensión necesaria.
Este es, finalmente, solo un bosquejo de una visión macro de nuestra sociedad, ese hermoso, apasionado y fuerte colectivo del que todos somos parte y que se llama México.


Tomemos por ejemplo el deber de contribuir a la hacienda pública, dicho así suena lindo, pero no es otra cosa que nuestro deber como ciudadanos de pagar impuestos, expresado así, a los mexicanos empieza a enchinársenos la piel de todo el cuerpo al tocar el tema.
* Este post fue publicado en la revista "Entre Contadores y Empresarios" del Colegio de Contadores Públicos de Yucatán A.C. en su edición del mes de enero de 2009.

1 comentario:

Anónimo dijo...

es buenio saber que hay gente que piensa asi por que no toda la gente piensa igual esto me ayudo mucho con mi tarea pero al igual me ayudo mucho para reflexionar sobre el tema

aveces pensamos por que no podemos hacer valer nuestros derechos de la opinion y todo eso pero la verdad antes lo resolvian casi igual que lo asemos ahora o tal ves lo hacian en junta hablando y resolviendo cosas pero ahora ya todo esta tan cambiado que si queremos opinar tenemos que sacar nuestra credencial de lector y ahora si como quien dice hacer valer nuestros derechos pero realmente eso no es verdad si protestas el gobierno hace algo contra nosotros o simplemente nos ignora como lo ha hecho comunmente asi es lo de ahora para que nos quejamos si de todos modos nadie nos va a hacer caso o simplemente nos van a mabdar a la tumba

eso es ,o que yo opino lo siento si nos les gusto pero esta es mi opinion!

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