Aunque mi actividad por este medio se ha visto sumamente
averiada por diversos eventos laborales y académicos, quiero decirles que I´m
here, sigo aunque parezca que me he apagado. Por el contrario ando más
prendida, sólo que por otros andares.
En este espacio inicie hace unas semanas una serie de post
–que no necesariamente serán escritos de manera continua- que he denominado
“Los hijos que amo, pero que no parí”, en el que Fued fue el primero de la serie.
Después de ese amplio prólogo, procedo a enfocarme en el tema de este post: Los
Sucios. En mi ya amplia estancia en la facultad y después de haber compartido
con muchos grupos, ellos, Los Sucios, han sido para mí, el grupo de alumnos más
encantador, unido, con una simpatía colectiva, amplio margen de colaboración
entre ellos, cariñosos, más dedicados los unos que los otros, pero en una
formula muy equilibrada entre el ser, el saber, el tener y el compartir.
Nuestro primer encuentro fue en la clase de Economía 1, ahí
con ese margen que te brinda la comunión en el aula, no sólo nos enredamos con
la elasticidad e inelasticidad de la oferta o la demanda, sino que pudimos
compartir complicidades, como el día que emití uno de mis múltiples desvaríos,
comentando que si en el sistema Eco de noticias, Talina Fernández había
iniciado un concurso denominado “El Muñeco de Oro”, indicaba yo que, teniendo
tantos compañeros en el grupo que reunían características como amabilidad, caballerosidad,
simpatía y obvio cierto grado de galanura, era indispensable que realizáramos
nuestro propio concurso, en el que únicamente votarían las niñas.
En verdad sigo reconociendo más de una década después, que
superaron todas mis expectativas, en unos días, hicieron una pasarela con cajas
de refrescos, los jóvenes ensayaron, se los llevaron al Centenario a filmar sus
presentaciones, y la gran presentación final en pasarela fue simpática pero sin
ningún tipo de actitud o comentario fuera de lugar, nos dio una sesión de sana
alegría, compañerismo y kilos de respeto.
Nuestro querido Jorge fue el elegido y de ahí hasta ahora ha
sido, es y será “Nuestro Muñeco de Oro”.
Tuve la oportunidad de compartir con ellos varios semestres,
siendo que según avanzaban en edad y conocimiento, así como en obligaciones
profesionales y personales, la unión entre ellos siguió siendo fuerte como lo
es hasta nuestros días.
Javier, Julia, Dity, Pily, Paty P., Selene, Emilio,
Ariel, Elmer, Arturo, Luis, Mily, Deane, Meche, Bety B.,
Maruca son solo algunos de los nombres de estos seres tan entrañables.
Tantos
son los recuerdos vividos con emoción y entrega, como el concurso para Srita.
Embajadora de la FCA, en el cual participaron dándome a mí la oportunidad de
aportar ideas y convivir más cercanamente aún en los ensayos.
Viene a mi mente como si fuera un presente inmediato el
momento en que seleccionamos la música para el baile, llegaron con canciones
“cumbancheras” diversas, de las que se usan específicamente para ese tipo de
eventos y después de oírlos, recuerdo que prendí la grabadora que yo había llevado
y oyeron lo que les dije sería: ”La mejor oportunidad de participar con algo
divertido y diferente”, esa canción era “Don Diablo” primer sencillo de Miguel
Bosé en México cuando sus inicios.
Nunca he dicho que la canción vino a mi mente por dos situaciones,
la primera porque era diferente, pero la segunda era la más importante, pues al
oírla imaginaba perfectamente al grupo bailando y a uno de ellos vestido de
Lucifer rondando entre ellos, era tan claro ver la figura del “sucio
endiablado” que no me cabía más que sentir la obligación de convencerlos para
poder divertirme viendo al susodicho vestido de demonio…….. Y bailando.
Oyeron con respeto, mas yo no veía mucho convencimiento
hasta que les expresé la imagen que tenía en la mente, diciéndoles al final:
“¿No creen que Elmer sería divino para el papel?”, aún recuerdo la carcajada y
la aceptación general.
Fuimos a ese evento con la intención obvia de ganar, y
ganamos diversión a borbotones durante semanas, ganamos complicidad sincera,
ganamos unión, si es posible que pudiéramos ser más unidos.
Justo en la fecha
posterior al concurso yo volví a vivir la tremenda experiencia de una operación
de columna, la segunda de ellas, y "Los Sucios" estuvieron ahí, en la
clínica, en mi casa, por diez meses de nuestras vidas en la que estuve
prisionera de una cama.
El muñeco, Javi y Arturo eran los más frecuentes, pasándonos
hasta altas horas de la madrugada charlando de todo un poco.
Al graduarse, tuve el inmenso honor de ser madrina del
grupo, con el dolor de no poder asistir a su cena – baile de graduación- por la
convalecencia de la operación- situación que compensamos con creces al retomar
mi senda por el mundo.
Con el tiempo se fueron recibiendo y tomaron su rumbo.
Cada quien hizo diferente camino, ya han pasado por
experiencias que los han calado, sin embargo en los fugaces encuentros que he
tenido con alguno de ellos, es emocionante oírlos y sentirlos como si nos
hubiéramos visto el día anterior, instantes en que me cuentan de sus demás
compañeros, como en algunos casos se han ayudado y se apoyan
incondicionalmente.
Cada navidad, cada cumpleaños, cada Día del Maestro nunca me
ha faltado el mensaje de Javier Carrillo, aún en una etapa de largos años en
que no había más comunicación que sus mensajes.
Quisiera terminar estas letras con una anécdota que ha
marcado mi vida como ser humano y como académica.
Siendo presidenta de sínodo del examen profesional de
Javier, “uno de los sucios más sucios”, el cual alcanzó un promedio excelente,
muy superior a los 90 puntos y quien estaba respondiendo en el mismo de forma
correcta y acertada, le pregunté: “Javier, ¿Cómo es que teniendo tu trayectoria
académica y la experiencia laboral que tienes, no optaste por un trabajo de
tesis o monografía para obtener la Mención Honorífica?” y el me respondió con
una sonrisa cariñosa: “Maestra, porque reprobé una asignatura, eso me impedía
poder cumplir con los requisitos”, cuál sería mi sorpresa y enojo en ese momento,
agarré el expediente al mismo tiempo que decía: “¿Con quién y en qué materia
pudiste haber reprobado tú, siendo un excelente alumno?”, él, me seguía viendo
con silencioso cariño y respeto, mientras mis compañeros de sínodo y yo
verificábamos que la asignatura reprobada era Economía 1, si, la misma que yo
le impartí por primera ocasión.
No cabía yo en mi sorpresa, asombro, desaliento y cualquier
otro estado de catatonia que pudieran ustedes imaginar. “¿Cómo sucedió
esto?”, casi me preguntaba a mí misma, en total incredulidad, siendo que
él, en todos estos años y tantas noches de compañía, nunca me había mencionado,
reclamado o insinuado nada.
Javier me respondió: “Maestra durante su primera operación
de columna yo tuve varicela, al no poder asistir al ordinario y en su ausencia,
su adjunta más “XY profesor”, decidieron que debería presentar en
extraordinario, indicándome que usted había dicho que yo presentara el
extraordinario como decisión final, lo cual yo creí todo este tiempo hasta hace
relativamente poco, en que conversábamos de su primera operación y usted
comentó que en esa ocasión no supo nada acerca de cómo había terminado ese
semestre”.
Nobleza y madurez.
Gracias Javier.
Hace unos meses, en los que viví experiencias de las que te
quedan marcadas a fuego en la piel, retomé mis reuniones con Javier, lo que me
ha aportado gran alegría.
Justo la vida me ha puesto en diferentes lugares en el
preciso momento para encontrarme con Elmer y Ariel, en todas esas ocasiones el
cariño mutuo ha sido el protagonista.
P.D. Cabe aclarar que yo no tuve nada que ver con el término
de “Los Sucios”, eso fue autonombrado.
La primera vez que los oí en coro, tuve una gran sorpresa.
Dicho término fue acuñado para aquel del grupo que, estando en clase o no,
dejara en evidencia a otro, respondiendo o diciendo algo que el otro no
recordaba, o diciendo algo sobre él, en ese instante a coro total todos le
gritaban al entrometido: “Sucio, sucio, sucio”.