Existen diversas formas para medir los tiempos, finalmente cada quien los define en etapas, generaciones, ciclos o
períodos, para mí eso sucede de cinco en cinco años ¿por qué? por los cinco
dedos de cada mano, yo que sé.
Al terminar un ciclo de cinco años, que da nombre a la
década que vivo, al llegar al inicio de un nuevo ciclo, haciendo una reflexión
me doy cuenta de:
Que las
cosas y los tiempos van más rápido que lo que recuerdo, cuando apenas se quita
el árbol de navidad ya de plano se ven las chaquiras del carnaval….no es la
vida, evidentemente soy yo, mi vida es la que va a un ritmo menos acelerado.
Lo que antes aceptaba con sencillez y sin pensar decía “¡Va!
¿Qué más?” Ahora me lo pienso y me
pregunto: ¿Necesariamente tiene que ser así? ¿Qué precio pagaré en dolor,
tiempo de calidad o salud con esto?
Soy más sensible, más selectiva, más humilde, perdono con
sencillez y busco el perdón de mis actos con gran necesidad; he aprendido a
decir al fin que NO cuando debo o creo que debo.
Aprendí que soy más inocente y manipulable de lo que me
asumía…que no tengo las respuestas de todo lo que estaba yo tan segura de saber.
Entendí que puedo pasar horas conmigo misma y ser tan feliz
que hasta me abruma, pero que también soy feliz en muchas otras situaciones y
momentos, lo relevante es que me di cuenta de quienes son los que están en esos
momentos de plenitud emocional e intelectual, los identifiqué entre una
muchedumbre, los cuido como algo precioso e invaluable.
Reconocí a los “amigos” que se acercan con motivos fugaces y
a aquellos que permanecen día a día, los que siempre han estado, recibo con
felicidad a los nuevos seres humanos que se van asomando en este mundo
misterioso, íntimo y no normal de Patricia, con la esperanza que permanezcan si
creen que les aporto algo a su existencia, pero también a renunciar a lo nuevo
si no me aporta algo positivo. Aprendí a decir adiós con melancolía, a alejarme de aquellas personas que puedo
querer profundamente, pero que me son tóxicas, me dañan y rompen mi equilibrio.
Probablemente escucho más música relajante o clásica, que la
más vendida, lo que está al top, lo último, pero aún si me permito experimentar
con lo nuevo, escojo bien que temas son los que deseo que queden en mi archivo
mental.
Me admití que leo menos, pero escojo mejor. Agradezco la era
digital que permite leer en hoja negra con letra blanca.
Me di cuenta de cuándo y cuantos errores cometí en este
ciclo, algunos impensables en alguien de mi edad y supuesta madurez, los
mantengo presentes para no repetirlos en mi inconsciencia verbal.
Agradezco todo lo que no tengo, porque evidentemente tengo lo
necesario, se fue extinguiendo el deseo del último teléfono, la última
maravilla informática; tomo fuerza del dolor cotidiano para ser más fuerte y sonreír.
Doy gracias al Señor mi pastor, que me va encaminando,
porque he descubierto que cuando me hace caer o siento que me he perdido,
siempre hay una razón superior y aunque duela, también me brinda la fortaleza
para seguir.
Por fin
llegué a aceptarme y no seguir luchando contra aquello que no está bajo mi
control, puedo optar por vivir el resto de mi vida como deseo o en la perenne
lucha por lo que he deseado, pero que no se ha podido dar en definitiva.
Quienes me aman verán de mí lo que soy y no sólo la portada,
quienes sólo me aprecian desearán que cambie el argumento del libro, pero con
humildad les digo que yo soy la autora del libro, del argumento de mi vida, que
este tendrá el contenido que yo vaya determinando.
En este
ciclo se han ido personas cercanas y no tanto físicamente pero que han formado
parte de mi historia, humildemente creo que en algún momento yo también en la
de ellas, por lo cual asumo que ya he llegado a la etapa de apreciar más mi
entorno y de rezar por quienes ya están en paz.
Entendiendo que como existen los años de las fiestas, quince
años y bodas, ahora probablemente inician los años de las partidas adelantadas,
sin dejar por lo anterior, de tener presente y disfrutar las nuevas vidas que van
llegando y que seguiré insistiendo que son más guapos de lo que fuimos nosotros.
Al final de esta reflexión, concluyo que mi hogar soy yo
misma, que debo procurar dejar alguna huella en los demás para que mi vida
tenga una finalidad positiva al llegar al momento del cargo y los abonos, que debo de ser feliz, ser espejo, pues he sido
bendecida con la fuerza, las capacidades, los amigos y el oficio que yo hubiera
deseado.
Gracias por ser y estar.