Esta semana me ha sido especialmente difícil expresar mis ideas debido a la falta de una línea conductora de la idea general, ha sido hasta el momento en que he leído la prensa del día, que dos editoriales me han conmovido hasta darme el sentido para conciliar mis ideas.
De principio deseo reconocer que eventualmente en mis clases de etnopsicologia de la sociedad mexicana he mencionado que uno de nuestros símbolos patrios, el himno nacional, me parece belicoso y hasta poco descriptivo del país en su contexo general, es decir, representa solo una pequeñisima parte de lo que somos.
De principio deseo reconocer que eventualmente en mis clases de etnopsicologia de la sociedad mexicana he mencionado que uno de nuestros símbolos patrios, el himno nacional, me parece belicoso y hasta poco descriptivo del país en su contexo general, es decir, representa solo una pequeñisima parte de lo que somos.
Probablemente debo de reconocer ahora que mi visión ha sido corta con respecto a dicho símbolo nacional y que, en consecuencia a lo que es debe de unirnos con una sola identidad.
En la primera de dichas editoriales, y partiendo del himno, nos indican desde el punto de vista filosófico y teológico las razones que como pueblo debemos de tener para alzarnos de esa bruma en que nos encontramos y a una sola voz decir “ya no más”, dichas palabras deben de venir desde lo individual y el núcleo social que es la familia y sus valores hacia la sociedad en su conjunto, para despertarnos y alzarnos como hermanos con fé, confianza y decisión hacia el objetivo común de volver a tener el control de nuestra sociedad y en consecuencia, de nuestro país.
La segunda editorial - en orden de lectura más no de importancia- nos presenta una serie de conceptos claros, directos, nos indica que debemos estar atentos, focalizados en el objetivo de lo que queremos lograr y posicionarnos para alcanzarlo, con el conocimiento claro de los elementos que lo han provocado, y la disponibilidad para asumir los hechos que se han descubierto para actuar en consecuencia.
Resumiendo, sacar de lo profundo de nuestra identidad como mexicanos y yucatecos -buenos, sensibles, valientes, valiosos, honestos y responsables socialmente- y asumir el papel que nos corresponde para recuperar nuestra identidad, nuestro vivir.
El haber visto y sentido el dolor y miedo de una joven asustada, temerosa por haber vivido una experiencia que nunca debió suceder, me da la fuerza para escribir estas letras, las cuales me permiten mencionar, que la convocatoria expresada en las editoriales mencionadas por una servidora son autoria, ambas, de mujeres valientes y preparadas, ambas religiosas de dos trascendentes comunidades educativas de nuestro medio y que son dirigidas a la sociedad en general, siendo -en mi personal opinión- que sus palabras las debemos de tomar en primera persona las egresadas y actuales alumnas en formación de dichas comunidades, quienes debemos de ocupar el puesto que la sociedad nos reclama como actores del cambio.
Dejemos a las autoridades cumplir su trabajo, pero exijámosles preparación y respeto a los derechos humanos, que sepan que deben de tener sustento sus afirmaciones y si no, que sean removidos de sus cargos, no hay tiempo para esperar a que renuncien, siendo que pareciera estar por demás demostrado, de que carecen de pudor alguno para dejar la responsabilidad a alguien mas preparado y disciplinado, con mas pundonor.
Exigirle a los superiores de dichas autoridades el dejar de promoverse y sentarse a sacar las cuentas de los daños y corregirlos de inmediato, sin estar con las soluciones baratas de los polarizados o los retenes eventuales, los cuales -a saber- en mas de 45 días, aún no han dado resultado alguno; señores míos, la voz de un tenor no puede acallar las verdades cotidianas.
Usemos algunas de tantas páginas a color de las secciones de sociales para poner ahí las fotos (en blanco y negro) de los jueces, ministerios públicos, investigadores y todos los relacionados en la aplicación de la ley y la custodia del orden, que se sepan los resultados de su labor cotidiana de forma quincenal, que se publique, que lo vean y lo lean sus familias.
Gracias a Teresa Ochoa Godoy y a María Rosaura González Casas, quienes, como algunas otras mujeres en la historia, se ponen adelante para decirnos que debemos levantarnos de nuestra zona de confort y ser congruentes.
En la primera de dichas editoriales, y partiendo del himno, nos indican desde el punto de vista filosófico y teológico las razones que como pueblo debemos de tener para alzarnos de esa bruma en que nos encontramos y a una sola voz decir “ya no más”, dichas palabras deben de venir desde lo individual y el núcleo social que es la familia y sus valores hacia la sociedad en su conjunto, para despertarnos y alzarnos como hermanos con fé, confianza y decisión hacia el objetivo común de volver a tener el control de nuestra sociedad y en consecuencia, de nuestro país.
La segunda editorial - en orden de lectura más no de importancia- nos presenta una serie de conceptos claros, directos, nos indica que debemos estar atentos, focalizados en el objetivo de lo que queremos lograr y posicionarnos para alcanzarlo, con el conocimiento claro de los elementos que lo han provocado, y la disponibilidad para asumir los hechos que se han descubierto para actuar en consecuencia.
Resumiendo, sacar de lo profundo de nuestra identidad como mexicanos y yucatecos -buenos, sensibles, valientes, valiosos, honestos y responsables socialmente- y asumir el papel que nos corresponde para recuperar nuestra identidad, nuestro vivir.
El haber visto y sentido el dolor y miedo de una joven asustada, temerosa por haber vivido una experiencia que nunca debió suceder, me da la fuerza para escribir estas letras, las cuales me permiten mencionar, que la convocatoria expresada en las editoriales mencionadas por una servidora son autoria, ambas, de mujeres valientes y preparadas, ambas religiosas de dos trascendentes comunidades educativas de nuestro medio y que son dirigidas a la sociedad en general, siendo -en mi personal opinión- que sus palabras las debemos de tomar en primera persona las egresadas y actuales alumnas en formación de dichas comunidades, quienes debemos de ocupar el puesto que la sociedad nos reclama como actores del cambio.
Dejemos a las autoridades cumplir su trabajo, pero exijámosles preparación y respeto a los derechos humanos, que sepan que deben de tener sustento sus afirmaciones y si no, que sean removidos de sus cargos, no hay tiempo para esperar a que renuncien, siendo que pareciera estar por demás demostrado, de que carecen de pudor alguno para dejar la responsabilidad a alguien mas preparado y disciplinado, con mas pundonor.
Exigirle a los superiores de dichas autoridades el dejar de promoverse y sentarse a sacar las cuentas de los daños y corregirlos de inmediato, sin estar con las soluciones baratas de los polarizados o los retenes eventuales, los cuales -a saber- en mas de 45 días, aún no han dado resultado alguno; señores míos, la voz de un tenor no puede acallar las verdades cotidianas.
Usemos algunas de tantas páginas a color de las secciones de sociales para poner ahí las fotos (en blanco y negro) de los jueces, ministerios públicos, investigadores y todos los relacionados en la aplicación de la ley y la custodia del orden, que se sepan los resultados de su labor cotidiana de forma quincenal, que se publique, que lo vean y lo lean sus familias.
Gracias a Teresa Ochoa Godoy y a María Rosaura González Casas, quienes, como algunas otras mujeres en la historia, se ponen adelante para decirnos que debemos levantarnos de nuestra zona de confort y ser congruentes.
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