lunes, junio 15, 2009

Las Pequeñas y Medianas Empresas Femeninas *

Con amor y respeto a mi abuela 

Lodoiska Cárdenas Sales viuda de González


Cuando se menciona el término “pequeña” empresa, invariablemente viene a mi mente esa clase de empresas y empresarias que han existido por casi una centuria en nuestro medio, me refiero a una centuria porque recuerdo a mi abuela.
Octavio Paz ya nos refiere que la sociedad mexicana “Es una sociedad de mucha madre y poco padre” y si bien, nuestro premio nobel lo refiere en una época que muchos pensarán que se ha quedado atrás, la verdad sea dicha, eso es algo que cobra especial relevancia en estas épocas de retos y oportunidades.
Y es que las circunstancias económicas difíciles son cíclicas, de mayor o menor grado, de simple o compleja relevancia, direccionado a un área o de manera global, pero de que la historia se repite y con ella los hechos, de eso no hay refutación que valga; lo importante es conocer la historia, para no cometer los mismos errores, cuestión que pareciera sencilla para nosotros los seres humanos, con tanta tecnología e información, más los resultados nos demuestran que esto no es así.

Pensando en todo ello y tomando como referencia el dato de que más de el 53% de los hogares de este país son sostenidos económicamente de manera total o parcial por una mujer (cifra estimada de fuentes como la Secretaría de Economía o el INEGI, pues la mayoría de estas actividades las realiza dentro una actividad informal), es acerca de lo que deseo comentar con ustedes en ésta ocasión.
Permítanme iniciar con algo personal, mi abuela fue un claro ejemplo de lo que es una mujer que supo salir por sus propios medios, fortaleza y valores, aún en su etapa de matrimonio. La disciplina, la honestidad, el esfuerzo y la dedicación fueron las armas con las que forjó un nombre, el cual al ser referenciado expresaba exquisita calidad en productos, que podríamos llamar artesanales, pues inició moliendo y batiendo con los instrumentos de principios del siglo XX y fue hasta la última decada de su vida laboral que fue adquiriendo maquinaria cuasi elemental, para nuestros días.
Nunca tuvo ayudantes más que eventuales, pues el celo por los ingredientes de sus recetas eran para ella su red de seguridad familiar, por tanto, la ayuda recibida, era de algún nieto con ganas de robarse un pedazo de dulce, o con el sentimiento de ayudar a una mujer aparentemente frágil e inagotable, que dividía su vida entre la producción y la venta de sus dulces, la iglesia y el amor a su descendencia.
Puedo decir con orgullo que mi abuela fue de esas primeras mujeres yucatecas que con su labor cotidiana y su deseo de superación fue marcando la pauta para que otras iniciaran, desde las cocinas familiares y las clases de costura, sus primeros intentos para apoyar al marido estudiante o para completar con lo necesario para el gasto familiar.
Señoras y señoritas quienes con el cucharón o la aguja fueron haciendo de su nombre propio, una marca comercial que representaba calidad y prestigio.
Ellas, apoyadas sólo por un entrenamiento casero, recetas o moldes familiares, recursos limitados, sin formación en administración, finanzas, mercadotecnia, planeación y organización, recursos humanos, costos o impuestos, fueron creando empresa, empresas que las han sobrevivido logrando ser finalmente su legado a la familia.


Transportándonos en el tiempo y llegando a las últimas décadas del siglo pasado ¿Cuantas mujeres yucatecas han creado empresas en nuestro entorno, las cuales aún existen administradas por sus descendientes?

Seguramente en éste momento nos vienen a la mente productos, servicios y eventos, creados bajo su nombre y de los cuales aún ahora disfrutamos.
Al repasar los avisos comerciales, o al hacer un alto en la calle junto a camionetas y motocicletas con anuncios de productos generados por empresas con nombre de su fundadora, o bien, al leer en las historias sobre de que esta o aquella inició cocinando para los vecinos de la colonia y ahora tiene sendos puntos de venta en los principales centros comerciales de nuestra ciudad y de la península, pareciera algo natural, cuando en contraposición, nos encontramos con preparadísimos emprendedores que no saben por donde iniciar a enrollar la hebra, y que acusan a la inestabilidad económica actual, a la globalización, a los políticos, a la mosca blanca o a la mala suerte de sus desvaríos, que no aceptan que la falta de visión o una débil administración son el eje de todo fracaso.

Mujeres emprendedoras, que ahora se reúnen en organizaciones, algunas ya con profesión y otras forjadas a golpe de la experiencia.
Estoy convencida de que ellas son el mejor ejemplo para promover el espíritu emprendedor entre nuestros jóvenes actuales, quienes al visualizar su futuro, se ven en un trabajo que les ofrecerá los suficientes recursos para mejorar la situación económica de su entorno familiar, recompensará el tiempo de estudio y les brindará la oportunidad para realizarse como profesionales, pero todo esto lo esperan en un marco no mayor de diez a quince años, algún alumno mío me ha dicho últimamente que desea trabajar fuerte para retirarse a los 35 o máximo 40 años, de edad, que no de trabajo.

¿Cómo lo hicieron ellas para crear, organizar y cimentar un negocio sin ningún conocimiento empresarial ni documento académico alguno que avalara sus capacidades en el área de los negocios?
Muy simple, es el sentido y visión fundamental de todo empresario: la creatividad, el instinto de una necesidad no satisfecha o satisfecha parcialmente; la elaboración de un producto o servicio que crea la necesidad de consumirlo; la disciplina; el honor sustentado en un prestigio avalado por la calidad; en el sabor y presentación; la puntualidad en la entrega o servicio; la supervisión permanente de la elaboración; trasmitir a sus colaboradores la visión y el compromiso compartido; la determinación de un costo cuyo fin sea el aplicar un precio justo para recompensar los elementos de producirlo y el esfuerzo de realizar el producto o servicio, así como obtener una ganancia que permita la capitalización y el ahorro, con un precio lo suficientemente atractivo como para que el consumidor deseara seguir consumiéndolo y tenga la oportunidad económica para continuar haciéndolo.

Lealtad hacia el cliente, a los colaboradores, al proveedor y a la propia visión de servicio.

Utilizaron técnicas como el balance entre la inversión del esfuerzo, la administración del tiempo y la fortaleza, con un toque económico y un detalle de automotivación y singularidad, esperando la recuperación de su inversión a un plazo conveniente, como quien crece a un hijo.

¿Cuántas crisis económicas, emocionales y sociales han pasado estas mujeres empresarias? ¿Que fórmula mágica han tenido para sobrevivir a ellas y salir fortalecidas?

Quien razone las respuestas a estas preguntas creo que estará dando el primer paso hacia emprender una aventura de éxito.


* Este post fué publicado en la revista "Entre Contadores y Empresarios" del Colegio de Contadores Públicos de Yucatán A.C. 

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