Después de varias semanas muy ocupada en cuestiones
académicas, ahora me encuentro unos días de resguardo obligatorio por este
virus que nos anda pegando como palo a piñata de posada, heme aquí tratando de
compartir con ustedes lo último que he visto, oído o que he recordado, da igual,
pues en estos días de silencio obligatorio he podido escuchar más, lo cual es
muy apreciado para el conocimiento de las cosas y las personas.
Y es que este virus ataca como si fuera una mezcla de
elefantes desbordados que te pisotean inclementes y de todo un ejército
kamikaze de avispas sedientas de venganza sobre algún supuesto mal que les he
ocasionado en algún momento de mi vida, del cual no tomé nota con oportunidad.
Les digo cuídense, porque duelen hasta las muelas, y la
medicación es tan intensa que entre sonarte la nariz, toser, tomar
antibióticos, toser, anticongestivos, toser, aspirar polvos raros, toser y
nebulizar, se cierne cierto protocolo que cual circulo vicioso se repite
interminablemente, teniendo que programarlo en mi agenda digital para recordar
a qué hora debía yo de hacer o tomar cada que, lo cual fue algo peregrino pues
la tanda de medicamentos era tan amplia y su continuidad tan corta que el aviso
es 15 de minutos, o sea apenas cuando el sueño estaba entrando, tenía uno que
obviarlo y hacer lo que la maquina indicaba.
Y se piensa, ¡Ah! en casa por unos días, realmente podría
ser en casa o en el fondo del hoyanco, pues el aporreón no permite soportar la
luz, el ruido y los movimientos de cualquier cosa, es decir ni oír música, ni
leer, ni ver TV, aunque esto último para algunos no sería una gran pérdida.
Mi propio perro me ha dado la espalda, pues mi pecho ha
hecho sonidos (pitidos) dignos de un pelea de gatos por la gata de la colonia,
cada respiración era un “brrbr,pppiiiiiiibrb”, lo que ha mi canino acompañante
le pareció una traición de quien menos esperaba, pues asumió que tres gatos
habitaban en mi pecho.
Todo lo anterior es completamente cierto, escribo estas
líneas entre mi tibetano silencio y el lagrimeo constante, por lo que les
aconsejo queridos amigos, que si oyen a alguien levemente mormado o tosiendo,
aplíquense un poco de amor propio y díganle: “Te quiero tanto que me alejo de
ti, no vaya a ser la de malas que te pego algo y te me empeoras”, dicho lo cual
salgan corriendo en dirección contraria al susodicho y cuentenselo a quien más
confianza le tengan.
Sin embargo he podido leer, entre una cosa y otra, con cierta
conciencia la prensa la que entre policías y ladrones (escoja usted cuál es
cuál); viajes al extranjero a ciudades que ni en su mismo país les dan gran
relevancia; rateros imberbes encontrados con increíble rapidez y presentados a
la prensa en el “Lugar de los hechos” (me imagino lo que sería para la Interpol
presentar a algún pillo de una obra maestra, en el Louvre); mi temor a usar mi
ropita bordada hecha hace algunos años con tanto cariño por RAVGO, por aquello
de: “Dime de qué te vistes y te diré a quién te pareces”, mi tía Conchita
dixit; me encuentro en mi laberinto, tal cual diría mi estimado genio de Úbeda, Joaquín Sabina (cuídate flaco que en un año ya se me fueron: la Negra Sosa,
Monsi y Dehesa, solo me quedáis vos).
P.D. Cómo cae mal que cuando uno se siente morir, alguien te
diga: “¡Ay!, yo me siento igual que tú” y uno los ve todos rozagantes y
felices.
1 comentario:
Maestra, espero pronto se mejore y se incorpore de nuevo a la clase, ya se le extraña mucho!!
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