No se la causa aún de este fenómeno, si porque crecí en un
medio con personas mayores a mi edad, lo que salvo las horas de colegio era lo
que me rodeaba, o porque he ido a través del tiempo desarrollando, debido a mi
historia personal, esta personalidad compleja para algunos, muy sencilla para
otros, entretenida para mí, pero mis relaciones siempre han sido más proliferas
con personas mayores o menores que yo, especialmente con el género masculino.
Recuerdo mis años de estudiante de preparatoria en donde por
motivo de la creación de una revista interescolar conocí a muchos amigos del
CUM, Modelo y Roger's Hall, los que perduraron algunos años después de
desaparecida la revista, viniendo a casa a conversar por horas los sábados por
la noche, nuestras charlas sobre política, cultura y cualquier cosa que saliera
al paso eran francamente apasionadas y están presentes en mí.
En estos días que el calendario marcó la fecha de mi
cumpleaños, el que hasta este año celebraba por 3 semanas –una antes de la
fecha, la semana de la misma y una después- y que por caprichos del trabajo
limitó en esta ocasión el festejo a un solo día, me vi confrontada a que esa
celebración fuera algo que supliera plenamente la cantidad y que me llevó a
comprender al fin, lo que es el tiempo de calidad.
Pensando y pensando como celebrarme, decidí reunir a
aquellos varones que han estado por años en mi vida presentes, todos de
diferentes edades, caracteres y visiones del mundo; todos ellos con un elemento
en común, son buenos seres humanos, lo cual pareciera simple, pero que es muy
difícil de encontrar especialmente el momento actual.
Me reuní con seis de ellos, tres no pudieron estar
presentes.
Los seis festejantes se han ido conociendo al paso del
tiempo por medio de una servidora y sin compartir más que reuniones
esporádicas, al estar juntos me quedo observándolos porque forman un todo, una
unidad la cual pareciera esculpida de manera perfecta.
Uno de ellos es el más callado, ermitaño, sensible, con
grandes habilidades natas para la informática, algo tímido aunque su diablito
interior eventualmente lo hacer cometer travesuras de las cuales he sido
receptora en múltiples ocasiones.
Otro es alto y erguido, aunque tiende a parecer desgarbado
en su caminar, es sociable, analítico, muy recto en su labor como profesional,
une y a la vez no se calla nada de lo que quiere decir a quien se lo desee
decir.
El tercero, no en importancia, es un caballero de esos que
de tan caballerosos, eventualmente quisiera uno decirles “¡suéltate!”;
académico reconocido, profesional respetado, amigo discreto y sereno.
Siguiendo, está el más nuevo el que como la mayoría de los
otros es un exalumno mío, posee una inteligencia zagas envidiable, criterio
asombroso, responsable en sus compromisos y una ironía en la que eventualmente,
hay que repensar para darte cuenta de la ráfaga que lanzó.
Otro es el más cotidiano, pues comparte conmigo horas de
trabajo y compañía, despistado, un tanto desfocalizado por la menor distracción
pero de sensible inteligencia, desea a toda costa hacer las cosas tan bien, que
se enreda en sus propios pensamientos; cariñoso, simpático hasta caricaturesco,
levemente infantil, perfil sin el cual no podríamos –él y yo- correr tremendas
aventuras, entablar diálogos sobre la observación de las personas que tienen la
mala suerte de cruzar por nuestro campo visual cuando andamos de críticos
sociales.
Me regalé estar unas horas con los hombres de mi vida, todos
puntuales a la convivencia que de simple comida paso a casi cena. Pareciera que
el tiempo no pasaba, reímos, hablamos, nos dijimos de cosas, nos preocupamos
por los asuntos mutuos, en fin que compartimos más allá del pan y el tiempo,
compartimos nuestras vidas y sentimientos.
Nunca imagine que festejar mi nueva edad con los hombres que
llenan mi día a día pudiera ser tan grato, placentero y trascendente.
De los tres ausentes, dos no estuvieron debido a la
distancia.
Uno es mi Rey de Chocolate, un hombre de familia, bueno,
servicial, trabajador, afectivo y afectuoso quien me aceptó en su círculo y en
su casa desde el primer minuto que nos conocimos y aunque estemos separados por
miles de kilómetros, el sólo oír su voz por vía telefónica me hace llegar la
sensación de su cariño paterno, me recuerda cuánto hemos aprendido juntos a
escuchar.
El segundo se encontraba en la última parte del mundo que yo
hubiera imaginado, haciendo lo menos propio que esperábamos, pero muy razonable
finalmente por su trabajo; sin embargo compartí su gran genialidad e hilaridad,
en los mensajes que intercambiamos.
De él como de Benson and Hedges, todo ya
está dicho en este espacio.
El tercero no sabe que es un hombre de mi vida, más su
esposa y yo tenemos un pacto de tiempo compartido muy razonable.
Lo quiero por ser un hombre bueno, sensible, compartimos a
Sabina, la pasión por el arte; al conversar con él siento la paz que ha
adquirido a fuerza de creer en la vida, lo cual a mí me estimula a levantarme
cuando me siento caer.
Soy una mujer de muchos hombres, que son y están cuando los
he necesitado.
No soy actriz, no soy una belleza, no guardo joyas ni
fortuna algunas, más soy millonaria de tanto cariño que me rodea.
4 comentarios:
Gracias :D
Lo leo y me gusta aún más que escuchado. Y como te imaginarás, fue motivo de comentarios fraternales en mi hogar, al caer la noche...
Simplemente...
Pati, me ha gustado mucho esta revelación poliándrica, en la que ellos son hermanos, alumnos, padres, hijos y cónyuges juntos los seis. Rica tribu creada por ti misma en el tiempo y compactada muy bien entre sí, a un mismo nivel los siete, en su entrega afectuosa y confesional contigo.
Armónico, frictífero y divertido.
Felicidades a todos esos hombres de tu vida.
Cpp
¡¡¡Te quedó precioso, me encantó!!!
Ale
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