Tiempo atrás me contaron una historia sobre la vida del puerco espín, bien sabemos de sus filosas y duras espinas y la gran sensibilidad de su piel, lo que conlleva una contradictoria combinación, más podríamos pensar que una característica viene a proteger a la otra.
Menciona la historia que la piel delicada del puerco espín provoca que sea especialmente sensible a las temperaturas, por lo que al vivir en el bosque tiende a sufrir de frío intenso lo cual los hace buscar refugio y juntarse los unos con los otros para obtener con ello calor.
Sin embargo, al juntarse se clavan las espinas, por lo que lastimados y dolidos se alejan unos de los otros, lo que les provoca que vuelvan a sentir frío y decidan acercarse de a poco hasta que vuelven a sentir calor y en consecuencia se van acercando lo suficiente hasta que nuevamente se hieren, así siguen hasta que entre acercamientos y alejamientos, los puerco espines encuentran una distancia confortable donde se da el abrigo suficiente, sin salir a su vez dañados o dañar al otro.
Esta simple y sencilla historia nos brinda la oportunidad de que reflexionemos sobre las relaciones interpersonales y las consecuencias de nuestra propia sensibilidad y la relevancia de nuestros actos en los demas en nuestra vida cotidiana y sobre todos los aspectos de esa vida.
Que fácil podemos dañar a los demás o ser dañados al acercarnos para buscar abrigo, compañía, empatía.
Que sensibles somos sobre lo que los demás dicen, piensan o sienten acerca de nosotros.
Y al igual que los puercos espines vamos recreando una danza de acercamientos y alejamientos con distintas personas y en diferentes etapas de nuestra vida, todo por la necesidad de cobijarnos pero al mismo tiempo con esas espinas clavadas en nuestra sensible piel.
El privilegio de encontrar la sana distancia pareciera cuestión de sabiduría, más recordemos que no existe mejor sabiduría que la naturaleza misma y la forma en que los seres irracionales con los que compartimos la tierra se inter-relacionan.
Si bien es cierto que en la cadena alimentaria el pez grande se come al pequeño, pero lo hace como algo natural y por el simple instinto de sobrevivencia; en la vida de los seres humanos la misma premisa se presenta, más no siempre como un medio, regularmente con fines mas alejados de la coherencia de la "irracionalidad" animal.
A veces siento la necesidad de ser menos humana y más animal, reducirme a mis instintos naturales más elementales y vivir en comunidad, en paz.
Mientras más vivo pareciera que más hiero (siempre sin intención) y en consecuencia más me pinchan (con intención o sin ella); siento que debemos aprender de la conductas animales, que en muchos casos y desde el punto de vista de la naturaleza, incluso de la filosofía son más congruentes que las nuestras.
Día a día convivo con mi perro y confirmo que es un ser mas humilde, alegre, relajado, entregado, servicial, sin memoria del rechazo, prodigo a proporcionar afecto y solidaridad, plenamente autogestivo, es decir más sabio que yo.
Menciona la historia que la piel delicada del puerco espín provoca que sea especialmente sensible a las temperaturas, por lo que al vivir en el bosque tiende a sufrir de frío intenso lo cual los hace buscar refugio y juntarse los unos con los otros para obtener con ello calor.
Sin embargo, al juntarse se clavan las espinas, por lo que lastimados y dolidos se alejan unos de los otros, lo que les provoca que vuelvan a sentir frío y decidan acercarse de a poco hasta que vuelven a sentir calor y en consecuencia se van acercando lo suficiente hasta que nuevamente se hieren, así siguen hasta que entre acercamientos y alejamientos, los puerco espines encuentran una distancia confortable donde se da el abrigo suficiente, sin salir a su vez dañados o dañar al otro.
Esta simple y sencilla historia nos brinda la oportunidad de que reflexionemos sobre las relaciones interpersonales y las consecuencias de nuestra propia sensibilidad y la relevancia de nuestros actos en los demas en nuestra vida cotidiana y sobre todos los aspectos de esa vida.
Que fácil podemos dañar a los demás o ser dañados al acercarnos para buscar abrigo, compañía, empatía.
Que sensibles somos sobre lo que los demás dicen, piensan o sienten acerca de nosotros.
Y al igual que los puercos espines vamos recreando una danza de acercamientos y alejamientos con distintas personas y en diferentes etapas de nuestra vida, todo por la necesidad de cobijarnos pero al mismo tiempo con esas espinas clavadas en nuestra sensible piel.
El privilegio de encontrar la sana distancia pareciera cuestión de sabiduría, más recordemos que no existe mejor sabiduría que la naturaleza misma y la forma en que los seres irracionales con los que compartimos la tierra se inter-relacionan.
Si bien es cierto que en la cadena alimentaria el pez grande se come al pequeño, pero lo hace como algo natural y por el simple instinto de sobrevivencia; en la vida de los seres humanos la misma premisa se presenta, más no siempre como un medio, regularmente con fines mas alejados de la coherencia de la "irracionalidad" animal.
A veces siento la necesidad de ser menos humana y más animal, reducirme a mis instintos naturales más elementales y vivir en comunidad, en paz.
Mientras más vivo pareciera que más hiero (siempre sin intención) y en consecuencia más me pinchan (con intención o sin ella); siento que debemos aprender de la conductas animales, que en muchos casos y desde el punto de vista de la naturaleza, incluso de la filosofía son más congruentes que las nuestras.
Día a día convivo con mi perro y confirmo que es un ser mas humilde, alegre, relajado, entregado, servicial, sin memoria del rechazo, prodigo a proporcionar afecto y solidaridad, plenamente autogestivo, es decir más sabio que yo.
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