Aún recuerdo al Abogado Felipe Lara Beltrán, catedrático del área de fiscal de la facultad, cuando se negaba a dar clases las noches en que los moscos eran remedo de kamikases japoneses, decía. “nos encontramos en estado de indefensión de acuerdo a como lo define la Constitución del país, por tanto no es posible el aprendizaje”.
Indefensa me he sentido algunas ocasiones en mi vida, más en los últimos tiempos siento como si otros tuvieran mi vida en sus manos y aprovecharán para hurgar en ella y fastidiarla lo más profundo posible.
Me refiero propiamente a nuestros datos personales y al mal uso, ergo violación de derechos, que hacen de ellos los bancos en éste país. Y no me refiero exclusivamente a las múltiples llamadas a deshoras ofreciendo de todo, o en la nueva versión, donde hasta Telmex solo te conecta un mensajito sobre las nuevas promociones, me refiero a lo que pueden y realizan dichos bancos.
Hace aproximadamente dos meses al intentar pagar con mi tarjeta del banco Santander el cajero me indico que no pasaba mi tarjeta, sorprendida le insistí que no sólo estaba al día sino que no debía en ella ni el 10% del crédito autorizado, inútil no pasó; pensando que podría ser problema de la máquina, al intentar pagar en otro sitio a las pocas horas utilicé la misma tarjeta con igual resultado, por lo cual al llegar a mi predio me comunique a la línea 01-800 del mencionado banco Santander donde primero te tienes que aguantar una cantidad de anuncios y mensajes que no son de tu interés para pasar a un menú en donde nunca sabes cual es el área a la cual debes de ir y como ya no dan opción del 0 para atención directa de un ejecutivo, uno acaba apretando los números que cree, que te llevan a más opciones, a solicitud de escribir todo el número de la tarjeta y a lo que al final de cuentas llegas con un ser humano que te dice su nombre a velocidad de carrera de Indianápolis y entre dientes para proceder a preguntar: “¿Con quién tengo el gusto?”, uno explica y te dicen que no es ahí, pero que efectivamente mi tarjeta había sido bloqueada, que lo veía en su pantalla, que me comunicaba a riesgos, con la suerte que la llamada se cortó y tuve que repetir en tres ocasiones más todo el proceso porque ahora :”Todos los ejecutivos se encuentran ocupados, queremos servirle vuelva a marcar” y ¡Zaz!, te cortan, ya no hay aquello de “Espere, por favor”.
Simplemente diré que llegué con el Sr. de riesgos quien además admitió que él mismo bloqueo mi tarjeta por una compra inusual, la cual me dijo y le respondí efectivamente yo había realizado la compra y que no era inusual que yo realizara operaciones en Office Depot hasta 2 veces por semana, a lo cual el me respondió que apuntara un número, el cual apunté, preguntándole inocentemente si era el número de reporte, a lo que me respondió que no, que era el numero de mi nueva tarjeta porque él ya había bloqueado/cancelado la anterior, le respondí que era un arbitrariedad, además de que ellos deberían de realizar una llamada de confirmación antes de proceder y de que yo había dejado de utilizar las demás tarjetas para concentrarme en esta y que en ella se hacían cargos sobre servicios, por lo cual si él cambiaba el número debería yo de hacer todo un Vía Crucis de avisos a todos esos sitios, sólo porque él había procedido a cancelar mi tarjeta sin motivo, a lo cual solo obtuve la respuesta de que: “Así era la cosa” y procedió a colgarme.
Insistí, más nunca más me comunicaron a riesgos nuevamente, aunque un ejecutivo admitió que veía en su pantalla los cargos admitidos y que no había razón para haber hecho dicho bloqueo y menos proceder a la cancelación, todo querido lector/lectora me llevó más de tres horas al teléfono.
Sin mayor remedio procedí a ir de empresa en empresa a cambiar los cargos a una tarjeta de otro banco.
Súbitamente a los cuatro días me llega la tarjeta nueva de Santander y cuando procedo a darle de alta vía telefónica, me indican que con ello me estaban dando de alta también un seguro de gastos médicos, el cual les indiqué que ni lo requería ni lo deseaba, a lo cual la ejecutiva entró a una diatriba de que era obligatorio, que cuando me llegara el primer cargo yo hablara y lo cancelaba, le pedí hablar con su supervisor, el cual dijo llamarse Marco Antonio Muñiz (y además me dijo que no conocía del cantante homónimo) dicho personaje indicó si yo: “Cooperaba todo será más rápido” y que él me daría una clave para no volver a ser molestada, me paso con otro ejecutivo que volvió a pedir todos los datos y a repetir lo del seguro de gastos médicos, lo que no volví a aceptar, vuelta a comunicarme con el supervisor el cual me dijo, “Srita. usted hace todo más difícil, acepte el trámite y se acaba el proceso”, fui vuelta a pasar con un nuevo ejecutivo - como le avisan a uno que es grabado, debe de existir todas estas grabaciones que confirman mi decir- volví a dar todos mis datos y cuando me indicaron lo del cargo simplemente enmudecí, no respondí ni emití sonido alguno, hasta que me dijeron que eso era todo.
Con sorpresa hace una semana recibo mi estado de cuenta de la tarjeta Santander, con el nuevo número y con el cargo de dos seguros de gastos médicos de BBVA Bancomer, procedí a llamar a Santander y me dijeron que debía de ir a una sucursal Bancomer para que me dieran un numero de cancelación, lo cual me pareció completamente irregular, más ¿Que me quedaba? ¿Pagar?
Me apersoné a una sucursal Bancomer, banco el cual es de completa desconfianza para mí por malos usos y costumbres en sus promociones, ahí fui informada de que debería yo llamar a un 1-800 para ser atendida, a lo que pedí que me comunicaran, después de lo cual me pasaron con un ejecutivo el cual me informó que efectivamente existía una autorización mía para cargar a la tarjeta Santander los dos seguros de gastos médicos contratados por una servidora, a lo cual respondí que me explicara el cómo se podría haber generado una autorización sin mi firma y menos de un servicio no solicitado, siendo que además una póliza estaba supuestamente a mi nombre con letras equivocadas y la otra a nombre de un conocido mío pero con la dirección de mi casa, amigo mío que no habita en mi predio y al cual estimo, más no le compraría un seguro de gastos médicos, el joven deefeño al teléfono me indicó que debía yo de:
1. Apuntar unos números que procedió a dictarme,
2. Escribir una carta dirigida al banco explicando el motivo específico por el cual yo no deseaba el servicio del seguro y
3. La solicitud de la cancelación del mismo,
4. Adicionando copia de mi estado de cuenta Santander.
5. Incluir una copia de mi credencial de elector.
Todo lo cual debería de enviarlo por fax antes de 24 horas de efectuada esa llamada, requiriendo por último, hablar media hora después de haber enviado la información requerida, para confirmar que había sido recibida, que de no hacerlo así, debería de obtener nuevos números de solicitud de queja, le indiqué que esto era inaudito, que tuviera yo que decir porque no quería tener algo que no pedí, enviar información personal, escribir una carta y además con plazo perentorio siendo que en todo caso ellos deberían de demostrarme cuándo, cómo y de qué manera había yo solicitado dicho servicio, enfatizando que me daban ganas de quejarme en la Conducef.
¡OH my God! Para qué dije dichas palabras, el tatataranieto de Moctezuma Ilhuicamina me dijo: “Órale hágale como quiera, nosotros siempre ganamos, y no tolero que me ofenda” dicho lo cual tuve que proceder a disculparme con ese refugiado de la laguna negra y prófugo del huarache.
Escribí a mano la carta en el propio banco, y conociéndolos, ya me había yo adelantado a llevar copias de todo la información posible –casi incluida mi acta de defunción-; la propia señorita del banco, al ver mi estado, se ofreció a enviar todo por fax ya que presiento que pensó que me volvería en cualquier momento una mutación yucateca del virus porcino en pleno banco.
Mientras esperaba los treinta minutos salí al sol a quemarme, con tal de no seguir en ese banco español que junto con el Santander asquerosamente ibero también, nos siguen dando espejitos; a la media hora regresé y obtuve una nueva clave, por lo que ahora poseo por cada una de las pólizas no solicitadas: el número de la propia póliza, el de la solicitud de cancelación y el de la confirmación de recibida la documentación, con ellos debo de esperar a que “proceda el reclamo y la reposición” de los doscientos cuarenta pesos cargados a mi cuenta.
Como mexicana, como ciudadana, como consumidora que les ha dado regalías por medio de sus intereses inmorales, descubrí que no tengo derecho a nada, ni de solicitar el mínimo documento que avale o sirva como prueba de que yo no realicé, ni pedí, ni aprobé ningún servicio o trámite.
He perdido horas de mi vida y he perdido parte de mi salud, porque ¡Como desgastan estas cosas!
Ahora recuerdo con gran admiración a mi sabia amiga Medé que hasta hace apenas pocos años, relativamente para nuestra edad, se vio obligada a tener y a portar tarjeta de débito, aún resuenan en mis oídos sus palabras: “Gordita dinero en mano, no gastas más de lo que tienes, no gastas por impulso porque ni manera que lleves todo encima, nada como el colchón, nadie te manda”.
Comentario: A todos los personajes aquí citados en el proceso de reclamación del cargo, les he insistido que esto no era más que un vil fraude de empleados bancarios y promotores coludidos, uno para generar comisiones por nueva tarjeta y otro por vender servicios con cargo a tarjeta; lo sorprendente es que cuando se lo comuniqué a la joven ejecutiva de Bancomer puso cara de “¡Ay! ¿Pos como cree?”.
¿Seré tan mal pensada?
1. Apuntar unos números que procedió a dictarme,
2. Escribir una carta dirigida al banco explicando el motivo específico por el cual yo no deseaba el servicio del seguro y
3. La solicitud de la cancelación del mismo,
4. Adicionando copia de mi estado de cuenta Santander.
5. Incluir una copia de mi credencial de elector.
Todo lo cual debería de enviarlo por fax antes de 24 horas de efectuada esa llamada, requiriendo por último, hablar media hora después de haber enviado la información requerida, para confirmar que había sido recibida, que de no hacerlo así, debería de obtener nuevos números de solicitud de queja, le indiqué que esto era inaudito, que tuviera yo que decir porque no quería tener algo que no pedí, enviar información personal, escribir una carta y además con plazo perentorio siendo que en todo caso ellos deberían de demostrarme cuándo, cómo y de qué manera había yo solicitado dicho servicio, enfatizando que me daban ganas de quejarme en la Conducef.
¡OH my God! Para qué dije dichas palabras, el tatataranieto de Moctezuma Ilhuicamina me dijo: “Órale hágale como quiera, nosotros siempre ganamos, y no tolero que me ofenda” dicho lo cual tuve que proceder a disculparme con ese refugiado de la laguna negra y prófugo del huarache.
Escribí a mano la carta en el propio banco, y conociéndolos, ya me había yo adelantado a llevar copias de todo la información posible –casi incluida mi acta de defunción-; la propia señorita del banco, al ver mi estado, se ofreció a enviar todo por fax ya que presiento que pensó que me volvería en cualquier momento una mutación yucateca del virus porcino en pleno banco.
Mientras esperaba los treinta minutos salí al sol a quemarme, con tal de no seguir en ese banco español que junto con el Santander asquerosamente ibero también, nos siguen dando espejitos; a la media hora regresé y obtuve una nueva clave, por lo que ahora poseo por cada una de las pólizas no solicitadas: el número de la propia póliza, el de la solicitud de cancelación y el de la confirmación de recibida la documentación, con ellos debo de esperar a que “proceda el reclamo y la reposición” de los doscientos cuarenta pesos cargados a mi cuenta.
Como mexicana, como ciudadana, como consumidora que les ha dado regalías por medio de sus intereses inmorales, descubrí que no tengo derecho a nada, ni de solicitar el mínimo documento que avale o sirva como prueba de que yo no realicé, ni pedí, ni aprobé ningún servicio o trámite.
He perdido horas de mi vida y he perdido parte de mi salud, porque ¡Como desgastan estas cosas!
Ahora recuerdo con gran admiración a mi sabia amiga Medé que hasta hace apenas pocos años, relativamente para nuestra edad, se vio obligada a tener y a portar tarjeta de débito, aún resuenan en mis oídos sus palabras: “Gordita dinero en mano, no gastas más de lo que tienes, no gastas por impulso porque ni manera que lleves todo encima, nada como el colchón, nadie te manda”.
Comentario: A todos los personajes aquí citados en el proceso de reclamación del cargo, les he insistido que esto no era más que un vil fraude de empleados bancarios y promotores coludidos, uno para generar comisiones por nueva tarjeta y otro por vender servicios con cargo a tarjeta; lo sorprendente es que cuando se lo comuniqué a la joven ejecutiva de Bancomer puso cara de “¡Ay! ¿Pos como cree?”.
¿Seré tan mal pensada?
5 comentarios:
En los últimos años, Pango, ya sabes que "el sistema" es el responsable de todo. Y en él (o en lugar de él) los sistematizados, los sistémicos, los asistemados... los humanos de aquella temida "humanidad sin humanidades" de la que ya sabemos. Comprendo perfectamente a todo lo que te refieres y sé que habrá mucho más que queda en el aire... Mis aventuras con las tarjetas y los bancos mejor ni las cuento ya porque he preferido olvidarlas: son autenticas antesalas del infierno, de las que salí, en esta metáfora celestial que estoy usando, por puro milagro. Ya conversaremos.
Teté
Tristemente jefa es lo bueno y lo malo de la "tecnologia". Hace al pendejo mas pendejo y al abusivo mas abusivo. Habra que crear nuestro "FightClub" y tener nuestra "Proyecto Mayhem" para colapsar los sistemas Financieros. Jajaja.
Un saludo
horrendo lo que le paso.. pero es el pan de todos los dias...no se donde reclutan a esos pelafustanes, porque encima pareciera que nos hacen el favor al "escuchar" nuestros reclamos.. Dios nos agarre confesados cuando necesitemos de alguna "aclaracion" bancaria..
Thanks :)
--
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Me ha gustado bastante esta pagina que titulas "Estado de Indefensi�n" .
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