A mis 9
lectores les pido paciencia y compasión, sé que he dejado de cumplir con el
placer que me causa el escribir mis experiencias y opiniones con la frecuencia
que algunos de ustedes la esperan, lo que sigue causando una grata sorpresa
para mí, pues siempre será una emoción el saber que mis letras logran ser
atrayentes como para que ustedes recuerden venir a este rincón a buscarlas.
Más pienso que
eventualmente uno no debe de hablar cuando no hay nada positivo que decir,
siendo que esto lo aplico también a éste sitio.
Después de las
vivencias de esta semana reconozco que no he escrito no por los malos momentos
sino por falta de fuerza interior, lo que sí es incorrecto, porque ustedes mis
queridos compañeros de aventura saben que fuerza es lo digo que me sobra y el
dejar que los eventos banales mermaran una de mis competencias, que callaran a
la provocadora que hay en mí, es un delito que he cometido contra mí misma.
Terminado este
“Mea culpa” procedo a comentarles una de las experiencias más gratas que he
vivido como ser humano, aunque sea yo de un modelo que yano paga tenencia.
Desde hace
algún tiempo me he convencido de que debo dejarme llevar más por la naturaleza
y no emprender campañas para forzar que las cosas se den como yo creo que deben
de ser.
Aquí me permito
hacer una aclaración, soy y seré siempre una provocadora, en el mejor sentido,
tal como Gandhi lo expresaba, provocar que las cosas sucedan, provocar el
movimiento hacia lo mejor, hacia la mejora permanente mediante el
autoconocimiento y la aceptación propia y de los demás; pero el cambio no debe
darse en el contexto de forzar las situaciones o los planes, porque les damos
fuerza sobre nosotros, nos empeñamos en que se den como lo deseamos y esa
fijación toma posesión de nuestra visión, nuestro ánimo y nuestro tiempo.
También hay que
incluir el hecho de que las personas sólo logramos cambiar cuando existe una
fuerza interior y una razón tan fuerte y tan profunda que nos hace querer
cambiar: nuestra personalidad, nuestras emociones o simplemente nuestros
hábitos para mejorar nuestra salud.
Más debemos de
considerar al mismo tiempo el hecho de la aceptación sobre aquello que no
podemos cambiar, por condición o porque está fuera de nuestro control, esa
aceptación que puede ser propia o sobre los demás es sumamente difícil, pero
cuando la encontramos, la compensación es superior al esfuerzo.
Y todo esto se
debe a que esta semana, a pesar de que hubo muchos palos sobre mi alma, también
tuve el privilegio de compartir un tiempo con una exalumna que ha crecido como
ser humano basándose en la aceptación y la entrega a los demás.
Se cruzó por mi
camino y tuve la inteligencia de dejar a un lado mis nubarrones para parar y
saludarla, lo que hizo que viera una nueva persona, sintiera una nueva mirada,
percibiera la paz y me permití sentir y aceptar en mí la luz que proyecta.
Nunca antes
había sentido el verdadero poder de la frase de: “Dando es como recibimos”.
Recibí mucho e
inclusive recibí la luz que iluminó una de mis más grandes fallas, el que en el
pasado no tan lejano, al encontrarme con estudiantes o exalumnos me han dicho:
“He querido decirle, o contarle, o hablar con usted…pero siempre está tan
ocupada”.
Y en el momento
respondo: “Pero si hubieras insistido lo habrías logrado”, sabiendo dentro de mí
lo difícil que me pongo cuando tengo pendientes buscando ser la niña de los
dieces, sin pensar que estoy haciendo lo inmediato dejando, sin querer, a un
lado lo importante.
Siendo que a su
vez, me he sentido sola, razonando ahora que lo he estado porque no he tenido
tiempo para darme a los que han deseado contarme sus penares o sus triunfos,
sus dilemas o sus planes.
He forzado el
plan de vida de manera equivocada, he dejado a un lado lo que más he
pretendido.
Todo esto lo he
descubierto y me he sentido más sensible, pero con paz.
Increíblemente
una vez más confirmo que un profesor aprende mucho más de sus estudiantes que lo
que ellos aprenden de él.
Gracias Silvia. A mis 9
lectores les pido paciencia y compasión, sé que he dejado de cumplir con el
placer que me causa el escribir mis experiencias y opiniones con la frecuencia
que algunos de ustedes la esperan, lo que sigue causando una grata sorpresa
para mí, pues siempre será una emoción el saber que mis letras logran ser
atrayentes como para que ustedes recuerden venir a este rincón a buscarlas.
Más pienso que
eventualmente uno no debe de hablar cuando no hay nada positivo que decir,
siendo que esto lo aplico también a éste sitio.
Después de las
vivencias de esta semana reconozco que no he escrito no por los malos momentos
sino por falta de fuerza interior, lo que sí es incorrecto, porque ustedes mis
queridos compañeros de aventura saben que fuerza es lo digo que me sobra y el
dejar que los eventos banales mermaran una de mis competencias, que callaran a
la provocadora que hay en mí, es un delito que he cometido contra mí misma.
Terminado este
“Mea culpa” procedo a comentarles una de las experiencias más gratas que he
vivido como ser humano, aunque ya sea yo de un modelo que no paga tenencia.
Desde hace
algún tiempo me he convencido de que debo dejarme llevar más por la naturaleza
y no emprender campañas para forzar que las cosas se den como yo creo que deben
de ser.
Aquí me permito
hacer una aclaración, soy y seré siempre una provocadora, en el mejor sentido,
tal como Gandhi lo expresaba, provocar que las cosas sucedan, provocar el
movimiento hacia lo mejor, hacia la mejora permanente mediante el
autoconocimiento y la aceptación propia y de los demás; pero el cambio no debe
darse en el contexto de forzar las situaciones o los planes, porque les damos
fuerza sobre nosotros, nos empeñamos en que se den como lo deseamos y esa
fijación toma posesión de nuestra visión, nuestro ánimo y nuestro tiempo.
También hay que
incluir el hecho de que las personas sólo logramos cambiar cuando existe una
fuerza interior y una razón tan fuerte y tan profunda que nos hace querer
cambiar: nuestra personalidad, nuestras emociones o simplemente nuestros
hábitos para mejorar nuestra salud.
Más debemos de
considerar al mismo tiempo el hecho de la aceptación sobre aquello que no
podemos cambiar, por condición o porque está fuera de nuestro control, esa
aceptación que puede ser propia o sobre los demás es sumamente difícil, pero
cuando la encontramos, la compensación es superior al esfuerzo.
Y todo esto se
debe a que esta semana, a pesar de que hubo muchos palos sobre mi alma, también
tuve el privilegio de compartir un tiempo con una exalumna que ha crecido como
ser humano basándose en la aceptación y la entrega a los demás.
Se cruzó por mi
camino y tuve la inteligencia de dejar a un lado mis nubarrones para parar y
saludarla, lo que hizo que viera una nueva persona, sintiera una nueva mirada,
percibiera la paz y me permití sentir y aceptar en mí la luz que proyecta.
Nunca antes
había sentido el verdadero poder de la frase de: “Dando es como recibimos”.
Recibí mucho e
inclusive recibí la luz que iluminó una de mis más grandes fallas, el que en el
pasado no tan lejano, al encontrarme con estudiantes o exalumnos me han dicho:
“He querido decirle, o contarle, o hablar con usted…pero siempre está tan
ocupada”.
Y en el momento
respondo: “Pero si hubieras insistido lo habrías logrado”, sabiendo dentro de mí
lo difícil que me pongo cuando tengo pendientes buscando ser la niña de los
dieces, sin pensar que estoy haciendo lo inmediato dejando, sin querer, a un
lado lo importante.
Siendo que a su
vez, me he sentido sola, razonando ahora que lo he estado porque no he tenido
tiempo para darme a los que han deseado contarme sus penares o sus triunfos,
sus dilemas o sus planes.
He forzado el
plan de vida de manera equivocada, he dejado a un lado lo que más he
pretendido.
Todo esto lo he
descubierto y me he sentido más sensible, pero con paz.
Increíblemente
una vez más confirmo que un profesor aprende mucho más de sus estudiantes que lo
que ellos aprenden de él.
Gracias Silvia.
1 comentario:
hola pango entre a esta hora porq necesitaba un poquito de paz interior y me lleno de mucha al leer esto... porq aveces aun al estar rodeado de mucha gente no sientes paz y trankilidad en tu interior pero aki si lo encuentro es el momento de ordenar ideas al toparme de frente con la doctrina de pango....
tambien por este medio te digo q cuando regrese mi papa le comento se fue a campeche el mismo dia q me dijiste y ya no lo alcanze
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